El
agua para fines energéticos será uno de los
principales recursos energéticos del planeta en un futuro próximo.
Cambiará nuestra concepción de las fuentes de energía, pero
también (ya lo empieza a hacer) generará montañas de cash. Y
ese capital ya está creando los mismos hábitos avaros que producía
su primo fósil. Regiones enteras muestran ya signos de
desertización, provocados por la caza intensiva de uno de los
filones energéticos del mañana: el H20.
El mayor problema con este recurso energético (en teoría renovable,
habría que discutirlo) es su principal método de conversión en
energía: las centrales hidroeléctricas. Y su sistema de
almacenamiento de agua: las presas. El inconveniente es que este
sistema de acopio provoca serios daños en los caudales fluviales,
destroza la fauna, produce metano y está creando una cultura de la
corrupción energética heredada de los esquemas de la corpocracia de
los combustibles fósiles.
Los ríos del mañana cotizarán en Wall Street
Los afluyentes acusosos del mañana serán una de las inversiones más
rentables en los parqués de valores. En las inversiones a largo
plazo, el mercado del agua, ya se encarece más que el del petróleo
y otros combustibles fósiles. Sus apuestas son claras y están
segmentadas en dos grandes bloques: el acceso al agua potable y el
potencial hidroeléctrico de las grandes masas de agua. Ambas
apuestas no son siempre compatibles y el juego entre ellas será
encarnizado en los próximos años.
Las grandes firmas lo tienen claro. Goldman and Sachs advierte a sus
inversores de que ''el agua será el próximo petróleo''. Y las
demás firmas les siguen. Para el gigante neoyorkino Citygroup, ''el
agua pronto eclipsará al mercado de los metales preciosos''. Lo
mismo opina el frondoso Credit Suisse. ''El agua es la megatendencia
primordial en nuestro tiempo'', escribe en un memorándum. El agua ya
ha dejado de ser un bien común para convertirse en un recurso por el
que 'pelear'.
¿Su principal problema? Destrozan los ríos y sus ecosistemas
El
mayor handicap de las
centrales hidroeléctricas y de sus sistema de presas es que
obstruyen la corriente de los ríos y producen un corte en la
corriente fluvial. Que se traduce en una merma gigantesca en el
caudal del río post-embalse y en la calidad de sus ramificaciones. Y
en la pérdida de suministro acuífero a los ecosistemas
circundantes. Que en casos de climas subtropicales, por ejemplo (muy
dependientes del acuoso elemento) puede ser sinónimo rápido de
desertización.
Las presas hidroeléctricas son definitivas para los ecosistemas donde se ubican.
Esta erosión del terreno (y de la fauna que sustentan) se está haciendo muy visible en los territorios salvajes donde se están instalan grandes proyectos hidroeléctricos. Es el caso, por ejemplo, del Amazonas donde las presas de nuevo cuño están produciendo un desequilibrio fatal o del delta del Níger (Nigería) que perderá hasta el 40% de su superficie habitable. Algo parecido están sufriendo en la Patagonía, donde la degradación de sus cuencas amenaza la vida de sus bosques.
The Wrong Climate for Damming Rivers from Todd Southgate on Vimeo.
Cambian las energías, pero siguen las corruptelas
El cambio de modelo energético no ha depurado una de las mayores contraindicaciones de la era de los combustibles fósiles: la corrupción. Los macroproyectos necesarios para hacer estas presas son un filón para el enriquecimiento privado y la fuga de capital de la esfera pública. Estas prácticas son especialmente cruentas en países en vías de desarrollo con gran patrimonio ecológico como Vietnam, Nigeria o Chile. Que realizan grandes proyectos en los últimos lugares vírgenes del globo.
En la foto: inundaciones provocadas por la presa de Sardar Sarovar (India).
En China, por ejemplo, han descubierto que las autoridades locales desfalcaron 27 millones de euros para la construcción de la presa de las Tres Gargantas. La presa de Yacyreta en el río Paná entre Argentina y Paraguay forma parte de los diez monumentos de obras públicas más corruptos del mundo según la ONG Transparencia Internacional. Y más de lo mismo: mezclas explosivas entre empresas e hidroeléctricas en Brasil o expropiaciones forzosas en los Himalayas.
Producen metano y otros gases de efecto invernadero
Uno
de los principales efectos colaterales del sistema de presas es que
producen grandes cantidades de metano y otros gases nocivos. Esto se
debe a que, durante su proceso de descomposición, los vegetales que
se acumulan en las presas y el propio suelo del embalse generan
grandes cantidades de dióxido de carbono y metano. La paradoja está
servida:
¿Energía limpia con
contaminación colateral? Y más preguntas:
¿Hasta que punto son menos nocivas que sus energías predecesoras?
The Wrong Climate for Damming Rivers from Todd Southgate on Vimeo.
El
dióxido de carbono se forma en las presas gracias a la
descomposición del carbono orgánico. ''Las principales fuentes de
este carbono son la vegetación, el suelo del embalse, la materia
orgánica y las plantas acuáticas que viven en el embalse'', relata
el informe Espacio
Hidrico Sucio
de la ONG International Rivers. Pero, las presas también generan una
gran cantidad de metano, debido a las bacterias que descomponen la materia vegetal y a los cambios en el estado de los sedimentos.
Cambian las energías, pero siguen las corruptelas
El cambio de modelo energético no ha depurado una de las mayores contraindicaciones de la era de los combustibles fósiles: la corrupción. Los macroproyectos necesarios para hacer estas presas son un filón para el enriquecimiento privado y la fuga de capital de la esfera pública. Estas prácticas son especialmente cruentas en países en vías de desarrollo con gran patrimonio ecológico como Vietnam, Nigeria o Chile. Que realizan grandes proyectos en los últimos lugares vírgenes del globo.
En la foto: inundaciones provocadas por la presa de Sardar Sarovar (India).
En China, por ejemplo, han descubierto que las autoridades locales desfalcaron 27 millones de euros para la construcción de la presa de las Tres Gargantas. La presa de Yacyreta en el río Paná entre Argentina y Paraguay forma parte de los diez monumentos de obras públicas más corruptos del mundo según la ONG Transparencia Internacional. Y más de lo mismo: mezclas explosivas entre empresas e hidroeléctricas en Brasil o expropiaciones forzosas en los Himalayas.
Son un modelo energético atractivo para los países en desarrollo
La energía hidroeléctrica es un modelo energético muy llamativo
para los países en vías de desarrollo. Es tremendamente dañino
para los ecosistemas y los nativos, sí. Pero, también significa el
abaratamiento de la electricidad y la posibilidad de obtener energía
sin ser dependiente de otros países. También, les resulta muy
interesantes a los países en vías de desarrollo (llega la
corrupción) los préstamos que las instituciones crediticias
mundiales aportan para este tipo de proyectos.
El agua: ¿derecho fundamental de la humanidad o bien cotizable?
La energía hidroeléctrica es la 'renovable' por excelencia para el
Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial. Curiosamente, se
trata de las formas de energía 'verde' con mayor precio por
kilovatio, debido a las grandes infraestructuras que necesita. Allí,
es donde entran los grandes fondos mundiales y sus miles de millones
para préstamos infraestructurales, que recuperarán aumentados vía
intereses. O, en caso de impago, con privatizaciones de las compañías
estatales.
Las presas no proporcionan energía verde
Los planes para construir presas por todo el mundo (especialmente en
el Amazonas y otros lugares tropicales) a menudo se promocionan como
''desarrollo sostenible'' cuando en realidad son, en parte, un
pretexto para el desarrollo industrial. La realidad es que estas
enormes infraestructuras causarán un enorme daño a los ecosistemas
del planeta y provocarán elevadas emisiones de gas ivernadero. Algo
en lo que la ONU y el Fondo Monetario Internacional no parecen
reparar hasta la fecha.
Los megraproyectos hidroeléctricos son una fuente gigantesca de corrupción.
Los megraproyectos hidroeléctricos son una fuente gigantesca de corrupción.
Uno de los principales motivos de la apuesta de las grandes
instituciones financieras por el sistema de presas es abrir la
puertas de los países en desarrollo a las grandes multinacionales.
El Banco Mundial (BM)
y el Fondo Monetario Internacional (FMI)
basan sus políticas de inversión en proyectos faraónicos.
¿Consecuencias? Grandes migraciones, mucha represión para acallar a
los desplazados. Y grandes dosis de corrupción (que encadenará a
los habitantes de estos países).
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