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La vida salvaje se cuela en las alturas de NYC


“La vida salvaje se había abierto camino hasta las alturas de la ciudad”, así recordaba Robert Hammond la imagen, que años después, le perseguiría para transformar la cenicienta piel de Nueva York. Hammond, explorador urbanita, se la había encontrado por casualidad, con asombro; como quien encuentra un tesoro fuera de contexto y no sabe como interpretarlo. Eran los restos de la antigua línea mercante de la ciudad que, suspendida en el aire, se había convertido en un bosque urbano tras dos décadas de abandono. Y que gracias al empeño de éste  se salvaría de la demolición para enverdecer a la ‘jungla’ de metal.



Lo que Hammond había encontrado era el resultado de más de veinte años de abandono y olvido. La vida salvaje tomaba a la ciudad por sorpresa. Se trataba de la floresta que había colonizado las vías áreas de uno de los abandonados  expresos mercantes de NYC. Una red de vías suspendidas que iban a demolerse en los primeros compases del siglo XXI. Pero, que gracias al feroz empeño de este historiador tejano y su socio, Joshua David, se convirtió en uno de los parques icónicos del nuevo milenio. Un recorrido vegetal a través de las alturas de New York que está generando una estela de reformas y revitalización a su paso por la ciudad.

Viaje verde a ras de cielo
El que hoy es un monumento urbanístico hacia el urbanismo sostenible y la rehabilitación eco-estética, comenzó siendo el sueño de un par de tipos corrientes, Robert Hammond y Joshua David. Ambos intercambiaban tarjetas el día en el que se discutía la demolición de la antigua vía suspendida que zizagueaba las alturas del río Hudson. Ambos eran ciudadanos de a pie sin otra implicación, más allá del deseo de conservar lo que entendían que era el patrimonio arquitectónico de su ciudad. El reto era gigantesco: la vía era un apéndice roído del pasado.


El High Line Park discurre como una llamarada verde entre las entrañas de los barrios portuarios de NYC.

Este sistema ferroviario recorría las alturas de Nueva York de los siglos XIX y XX como un gigantesco gusano industrial que pululará en una ciudad movida por el fuello del carbón y el acero. Transportaba los alimentos desde el puerto del río Hudson hasta los cuchillos del distrito cárnico. Fue esa visión histórica la que motivó a Hammond y a su socio para crear la sociedad Friends of the High Line, un grupo de amigos involucrados en la conservación de las vías elevadas del que había sido el legendario recorrido del “Expreso de la muerte”.

Un paseo por las alturas
El High Line Park se ha convertido en una ‘culebra selvática’ que atraviesa el bajofondo portuario neoyorquino a una altura de 6 a 9 metros, creando un pasadizo verde en la ciudad. Un trazo salvaje que aporta una espita de oxígeno y naturaleza a una de las áreas más deprimidas de la ciudad. Quién dijo que el espacio público no era rentable? Desde la apertura del parque en 2005, el valor inmobiliario del área ha aumentado en 5.000 millones de dólares. Eso ha generado la transformación de muchos barrios que gemían con el desmantelamiento del sector industrial del Hudson.



Robert Hammond, el capitán al mando de la nave que reverdeció las riberas del Hudson.

Esta transmutación del espacio público está cambiando la realidad de barrios tan explosivos como Hells Kitchen (literalmente, “la cocina del infierno”); hogar de la mafia irlandesa donde se han vertido ríos de sangre y tinta. Del no menos conflictivo Meat Packing District o de decenas de manzanas del Distrito de Brooklyn. Todo, gracias a los más de 5 millones de personas que han paseado por sus cubiertas ajardinadas desde 2005. En un trasiego que ha transformado narcoesquinas, sombríos callejones y bares de alterne en puestos de comida ecológica, locales hipsters y fachadas de diseño.

El cowboy del expreso de la muerte

Este parque elevado de Nueva York tiene una historia tan intensa como la aluminosis de la mayoría de barrios que recorre. Sus vías colgantes nacieron a despecho de la Revolución Industrial; cuando el llamado “Expreso de la muerte” conectaba el puerto con el distrito cárnico. Cuando circulaba por las calles de Nueva York, llegó a matar a más de una persona al mes, debido a su sepulcral marcha invernal. Fue por ello, que se decidió pertrechar a un jinete para que siempre le precediera. Pero, el tren se seguía cobrando piernas y almas… Y finalmente, en 1931, la ciudad de Nueva York decidía elevar las vías.


Mítica escena de El Padrino; la triología se ubicaba en Hells Kitchen durante los años 20.

Estos jinetes se convirtieron en una figura carismática de los siglos XIX y XX en Nueva York. Se colocaban delante de los trenes, llevando una bandera roja durante el día y una linterna por la noche. Los “Cowboys del West Side”, como pasaron a ser conocidos, protegieron a los viandantes durante 90; hasta la elevación de los raíles en 1941. Y se convirtieron en una bizarra imagen. Pues eran auténticos jinetes del salvaje oeste, que habían cambiado al ganado y los páramos del oeste por unas bestias a vapor que transitaban por un páramo de metal y cemento.

El florecimiento de la agritectura
El equipo de Robert Hammond y Joshua David propuso un concurso abierto a todos los ciudadanos para ver en qué se convertiría la antigua estructura ferroviaria. Un parque ganó la apuesta. Un espacio diáfano y centrado en el estilo de la agritectura, que fue desarrollado por el equipo de James Carver de Field Operations y Diller Scorfidio+Refro. Innovador, decimos, porque transformaron la antigua línea en un juego de alturas donde cohabitan cientos de especies vegetales, otorgando una suave calada de oxígeno a los estresados neoyorkinos.


       El entorno urbano es un factor muy influyente en las relaciones interpersonales.


La agritectura (estilo constructivo underground que genera infraestructuras sostenibles, aunando la arquitectura y la agricultura) busca introducir los huertos y la floresta en el diseño de los hábitats humanos. Lo hace mediante soluciones ingeniosas y sostenibles, como las terrazas ajardinadas del High Line Park; ecosistemas urbanos por donde la naturaleza puede rascarle metros al hormigón urbanita y generar espacios más humanos. Un oasis en medio de la selva de cemento que está cambiando la vida de muchos barrios neoyorkinos y sus gentes.

Más vida que se cuela entre las grietas del cemento:

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