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¿Reservas naturales? Hormigón, petrolazo y chanchullos

Creías que, fuera de las ciudades, las reservas naturales se extendían como paraísos naturales donde los animales correteaban solitarios y libres por la pradera. Va a ser que no. Un estudio de la Wildlife Society Conservation y la Universidad de Queensland para la revista Science apunta a que un tercio de las áreas protegidas del planeta se encuentran bajo la presión de las excavadoras, de los oleoductos de petróleo, del machete de los granjeros o la pala de los mineros. Hablamos de un área de aproximadamente 2.3 millones de kilómetros (el tamaño de Alaska) ocupada por la mano del hombre que, de una manera u otra, se las ha apañado para acabar de cepillarse lo poco que queda virgen. Asombroso nuestro compromiso para acabar con lo bello y bonito de este mundo. 



El estudio apunta a que “un área y una red bien protegidas son fundamentales para salvar a las especies”. Y prosigue: “Si permitimos que las redes se degraden, no hay duda de que las perdidas de biodiversidad están aseguradas”. El verdadero problema son los auténticos tesoros que estas tierras acumulan. El Parque Nacional de Madidi en Bolivia o la Rerserva de la Biosfera de Yasuni en Ecuador, `por ejemplo, albergan grandes cantidades de minerales e hidrocarburos. Los encargados de este estudio de la WildLife Society of Conservation han llegado a la conclusión de que un 38.2% de las tierras protegidas del mundo se encuentran totalmente degradadas por el efecto del hombre. El estudio no olvida a los gobiernos locales a quienes culpa de ser "los grandes complices" de esta situación junto con los intereses de las grandes corporaciones. 

Las reservas naturales, en el ojo de la tormenta 
Todas las reservan naturales del mundo cuentan en el precario equilibrio en el que nuestro mundo se encuentra ahora. Gracias a la herramienta " Global Footprint" de la Global Foot Print Network se han calculado el grado de erosión de estas tierras en campos tan diversos como el nivel de dióxido de carbono, la deforestación, el estado del suelo... Todo un compendio ecológico que muestra como las áreas protegidas del planeta se encuentran en seria amenaza. Pero, no todo son malas noticias: desde 1992, las reservas del mundo han crecido un 55%. Lo que quiere decir, que en los últimas dos décadas ha habido un esfuerzo considerable por parte de los estados por crear marcos de preservación. Eso se deja notar en la extensión y en el tamaño de las reservas que hay en el mundo. 



         La minería ilegal en Madre de Díos, Perú, ha envenando de mercurio la Amazonia. 

El  gran problema es la cantidad de riquezas que atesoran estas áreas. Dado que son zonas de gran riqueza vegetal, el subsuelo suele estar regado con abundantes combustibles fósiles y minerales.  El interés que suscitan estos recursos en las grandes corporaciones es… MUY GRANDE, como no. Alrededor del mundo son notables los casos de corrupción donde se abre la veda a la depredación corporativa. Desde Alaska hasta el Cabo de Hornos, pasando por Congo, Siberia o el Tíbet, el pulso que hay entre los recursos de los parques y las ganancias y el pulso de su extracción, es muy grande.  Es una batalla que solo podrá ganarse si la gente participa activamente para evitar esta situación.

Un problema del tamaño de Alaska 
Este estudio, publicado por la revista Science, apunta a que alrededor del 32.8% de las tierras protegidas del mundo se encuentran bajo una fuerte presión humana. Es un área del tamaño de Alaska. Y las especies que viven allí, desde tiempos immemoriables, son incompatibles con esa fuerte golpe humano. En muchas de ellas hay cultivos, explotaciones de todo tipo… y triste es decirlo; hasta ciudades. La peor parte se la llevan América Latina; donde el 70% de las reservas se encuentran bajo una fuerte presión. Uruguay, Colombia y Argentina son los países de Sudamérica que tienen más áreas afectadas por la intensa actividad del hombre en ellas. 


   Los indios waories del Pastaza chequeando la planta petrolera en medio de su reserva.

Este estudio, publicado por la revista Science, apunta a que alrededor del 32.8% de las tierras protegidas del mundo se encuentran bajo una fuerte presión humana. Es un área del tamaño de Alaska. Y las especies que viven allí, desde tiempos immemoriables, son incompatibles con esa fuerte golpe humano. En muchas de ellas hay cultivos, explotaciones de todo tipo… y triste es decirlo; hasta ciudades. Como consecuencia, las áreas protegidas del mundo no están salvaguardando las biodiversidad del planeta. El 85% de los 4.118 de mamíferos, aves y especies de anfibios del mundo son vulnerables en la extinción a corto plazo, debido a esta situación. Solo el 10% de las reservas del mundo se encuentran totalmente libres de amenaza. Y se encuentran en zonas de gran altitud de Rusia y Canada.

Son el único posible futuro de la vida en la Tierra 
Con el explosivo aumento de población en la Tierra (llegaremos a 11.500 millones para el nuevo siglo), la única y posible salida para la fauna son las reservas. Espacios protegidos donde podamos proteger a los últimos animales del planeta como los tesoros que son. Sin duda. Sin embargo, las reservas no escapan de la mano de la avaricia y de la mera combustión corto plazista. A día de hoy, más de 100 espacios Patrimonio de la Naturaleza permanecen en serio jaque. Hablamos de sitios tan remotos y esplendorosos como el Santuario para la vida salvaje de Manas (India) o el parque Nacional de Chitwan en Nepal. 


    ¿De verdad, vamos a dejar que unos cuantos chanchullos nos priven de la vida animal?

Lo peor de todo es que nos corre prisa. En apenas 40 años, (de 1970 a 2012) las poblaciones de vertebrados se han reducido un 58%. El Índice Planeta Vivo apunta a que, para finales de esta década, la cantidad será del 67%. La correa a la biodiversidad ya está puesta. El Cambio Climático, la sobrexplotación de especies debido a la caza ilegal, la tala ilegal de árboles y otras perlas, son las principales causas de este deterioro. Una triste realidad de la que participamos tanto pobres como ricos con nuestras acciones y con nuestra permisividad. "Ser el parásito de la Tierra nos lleva a la autodestrucción" como afirma lúcidamente el ecólogo, David Nogués Bravo. 

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