Una de las comunidades históricamente
más peligrosa de Medellín y por ende del mundo entero, ha experimentado una
brutal transformación como consecuencia de la entrada del arte social naturalista entre sus muros. En los
años 80, la oscuridad del narcotráfico corrompió la ciudad y la Comuna 13 era el
lugar ideal tanto como base de sus operaciones, como para esconder los restos,
muchos de los cuales cadávares, que se desprendían de las mismas. Ahora, un
grupo de jóvenes artistas están utilizando la naturaleza como arte para
devolver la vida a un barrio diezmado por el conflicto armado y la pobreza.
En los años 70, comenzó una fuerte ola migratoria hacia la creciente
Medellín, los nuevos habitantes se instalaban en las laderas de la
montaña con la esperanza de encontrar una nueva forma de vida. Paradójicamente,
estos asentamientos serían un motor perfecto, tanto por su posición geográfica
estratégica, como por su población empobrecida, para engrosar las filas de diversas
bandas criminales y de narcotráfico.
Del campo a
la gran ciudad
“Desde los campos llegamos a Medellín,
desbordando las montañas de un valle que no estaba preparado para acogernos”.
Medellín pasó de pueblo a ciudad en pocos años. Su población se duplicó entre 1965 y 1985. Época, marcada por el
crecimiento desorbitado de la población, la crisis de la economía industrial,
alarmantes cifras de desempleo y la falta de control de las instituciones en la
ciudad. Fue el perfecto caldo de cultivo para la explosión de unas décadas
oscuras, de las que aún se entrevén sus sombras.
En los años 80 la oscuridad del
narcotráfico corrompió la ciudad y la Comuna 13 era el lugar ideal tanto como
base de sus operaciones, como para esconder los restos, muchos de los cuales
cadávares, que se desprendían de las mismas. “En
manos de narcotraficantes, sicarios, milicianos, policías, bandas,
autodefensa.. Ya ni sabíamos quién es quién, nos inundamos de silencio, dinero
“fácil” y desazón”.
Sueños rotos por el conflicto
Y así,
continuaría, llegando a alcanzar una cifra de 6.809 personas asesinadas en 1991
y ser declarada la ciudad más peligrosa del mundo. Estigmatizada por la
normalización de la violencia, las balas perdidas, la total incomunicación, los secuestros, el control social, el no futuro y la muerte. La comuna 13 sufrió en carne viva todos estos factores ensalzados por la pobreza que se daba en sus calles y la desconfianza generalizada hacia un posible cambio en los acontecimientos.
En el museo de Medellín se pueden ver videos tan soprendentes e impactantes como éste.
Ya en 2002, en un
momento de máxima violencia y marginalización de la comunidad, se hace una
operación militar “la operación Orión” para acabar con la presencia de grupos de
milicias urbanas de las guerrillas. Tras la cual, los habitantes recuerdan una
guerra vivida en las calles, en las que ni siquiera podrías asistir a los
cuerpos que yacían moribundos en las calles por miedo a la presencia de
explosivos. Y, sobretodo, a sus vecinos ondeando pañuelos blancos, pidiendo la paz, fuese cual fuese su bando. Tras toda esta
debacle, la Comuna 13 resurgió con mucha más fuerza, por la intrusión del arte,
una mejora urbanística y las ganas de cambio social de sus habitantes. La
introducción de las escaleras mecánicas, de diseño japonés, dio a los locales
una mejor comunicación de las zonas aisladas así como sensación de preocupación
por las instituciones.
La Comuna 13 ha recuperado la paz a través, gracias en gran medida, al arte y la música.
Cómo la música y el arte la han cambiado
El estallido de murales naturalistas con
transfondo histórico cultural, ha ayudado a la comunidad a transcender su
destino, a pasar de ser una lacra a un orgullo el pertenecer a la comuna 13.
Actualmente, miles de turistas acuden a la misma (unos años antes había que ser
muy valiente para la visita) para empaparse de su historia y apreciar su arte.
Y hay que reconocer, que es uno de esos lugares, que hace que se mantenga la fé en que las cosas no solo pueden ser diferentes si no también mejores.
La gente de la Comuna 13 se ha organizado para buscar un futuro más allá de la violencia.
El valor de la resilencia
Dicho en otros palabras por sus habitantes “hacer vida cuando es más fácil entregarse a la muerte es sabiduría”. Es imposible reunir todas las historias y grafitties que han llevado a convertirlo en un lugar de culto, pero ahí van unas de las más significativas. Como comentábamos antes, durante la operación Orión todos los vecinos salieron pidiendo la paz con pañuelos blancos. En este mural, que encontramos nada más ingresar en la Comuna 13, se trata de elefantes pidiendo la paz, inmortalizando ese momento. Elefantes que simbolizan la fuerza para continuar y una gran memoria para no olvidar.
Los elefantes simbolo de resilencia y esperanza se cuelan entre las grietas del concreto de la 13.
La naturaleza cura las heridas de la guerra
Los motivos
naturalistas llenan las calles de la nueva comunidad, llenando de mensajes
subliminales, de colores, alegría y esperanza sus callejones. En este caso, se
retratan colibríes, símbolo de la libertad que les ha sido tantos años
arrebatada y un puente hacía una vida mejor.
Los murales animalistas se conectan con el pasado amazónico y andino de su mayoría de habitantes.
Los animales 'corren' por
la 13
La paloma, no podía faltar, pidiendo la paz
,este mural también llama a la integración multicultural, del corazón y la
razón y a la esperanza. Es uno de los muchos simbolos animales que aparecen en
las calles de la Comuna 13 y que proporcionan una evasión mental a sus
habitantes; en un barrio, donde el no futuro era descrito como
una de las mayores preocuaciones de sus habitantes, según se describe en el ya mítico libro Comuna 13 de Medellín de Yoni Alexander
Rendón.
Muchos de los murales se han ergido en conmemoración a las víctimas del conflicto armado.
Puertas al orígen del hombre y la Amazonía
Los primates también tienen mucho que reivindicar, en este caso un mono, medio realista medio acuarela, llevándose las manos a la cabeza, suponemos que muestra de las desesperación de las atrocidades que ha llevado a cabo su próximo eslabón en la cadena, “el único animal que hace uso de la razón”. También, parece un recordatorio del infame tráfico de primates que está eliminando a nuestros ancestros del corazón de la Amazonía.
Los primates también tienen mucho que reivindicar, en este caso un mono, medio realista medio acuarela, llevándose las manos a la cabeza, suponemos que muestra de las desesperación de las atrocidades que ha llevado a cabo su próximo eslabón en la cadena, “el único animal que hace uso de la razón”. También, parece un recordatorio del infame tráfico de primates que está eliminando a nuestros ancestros del corazón de la Amazonía.
El arte ha propulsado el desarrollo de la convivencia pacífica en este barrio de Medellín.
Fusión animal con símbolos suburbanos
Y para acabar, el Rey de la selva,
acompañado de unos potentes altavoces, que simboliza la fuerza de la naturaleza
y la realidad transformadora del arte. Y es más, para los más observadores, en
el grafiti se pueden entrever hasta 7 animales más, caballo, pulpo, cola de
ballena.... reuniendo diversas realidades en un objetivo común.
Este es un artículo de Sara Balcázar, ingeniera en Sistemas Biológicos por la UPC y viajera.
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