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El lucrativo y cruel negocio del tráfico de perros en Tailandia


''Matan al perro golpeándole en la cabeza y luego le cortan la garganta, después separan la carne y la piel'', así relata Yong Doi, de la protectora de animales Watch Dog Thailand, el método con el que se ejecutan a cientos de perros cada día en su país para exportar sus pieles o directamente comérselos. El negocio del tráfico de perros en Tailandia funciona desde hace décadas. Las redes que se dedican a ello, cogen normalmente perros callejeros y los llevan a las ciudades del noroeste, donde hay menos presión policial y un gran número de inmigrantes vietnamitas o laosianos, acostumbrados culturalmente a comer perro y utilizar sus pieles.

El contrabando de perros – y todas las actividades que derivan de ello – es ilegal en Tailandia, pero existen raíces culturales potentes sobre la utilización de carne de perro en la cocina y para elaborar ropajes, y la policía hace la vista gorda sobre todo en las provincias norteñas donde los inmigrantes vietnamitas o laosianos lo comen normalmente –. '' La carne de perro sabe como la del cerdo, pero menos grasienta. Es deliciosa, por eso la como'', apunta Praprut Thanthongdee un granjero vietnamita, quien paradójicamente sostiene que le tiene un gran cariño a su pastor alemán. 

 Es terriblemente paradójico que un país budista se le dé este trato a los animales.


En la mayoría de Tailandia los perros son más vistos como amigos que como comida. Pero en las ciudades del noreste, con un porcentaje significativo de inmigrantes vietnamitas y laosianos, las cosas cambian: están lejos de la capital del país, Bangkok, y allí pueden vender la carne de perro sin demasiadas preocupaciones de la intervención policial. Un kilo de carne de perro cuesta allí en torno a 7 dólares el kilo. En ciudades como Ban Thae Rae, un pueblo fronterizo con Laos, se han asentado las mafias de tráfico de perros. '' Un montón de perros se llevan de contrabando, a Japón – para instrumentos musicales–, a China, – para elaborar pieles–, o a Laos y Vietnam, para comérselos'', declara John Dalley de la fundación tailandesa Soi Dog. Su periplo hasta allí es horrible: remontan en barco el río Mekong – la principal arteria comercial del norte de Tailandia– compartiendo cajas diminutas.

Una vez llegados a su punto de destino, su trato es mucho más cruel: en Vietnam, por ejemplo, antiguas creencias populares afirman que el sufrimiento y el miedo de los perros les hace liberar hormonas que mejoran el sabor de la carne. Después, los animales son apaleados hasta la muerte o degollados en frente de otros que esperan el mismo destino. En algunos casos, son desollados vivos.

   EL trato al que someten a los perros es brutal e incomprensible.

El cruel trato que le dispensan a los perros estas organizaciones ha trascendido a la esfera política tailandesa y el gobierno de Tailandia ya ha anunciado medidas para poner fin a la carne de perro y al comercio de piel en el país. Se ha establecido una agenda política – con pocos resultados todavía–, para disminuir el tráfico ilegal de canes, concienciar a la población y eliminar las mafias, pero la corrupción, la pobreza y la falta de costumbre están impidiendo el progreso.

 Con información del New York Times y CNN México

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