¿Y
si las anacondas gigantes que poblaron las selvas latinoamericanas hace sesenta
millones de años no se hubieran extinguido? ¿Y si ellas o una especie muy
parecida siguiera viviendo en las profundidades del Amazonas? No se trata del
guion de una peli de serie B de los 80, sino de una realidad documentada desde
los años de la invasión española. La de unas de serpientes gigantes, que
heredaron el mundo de los dinosaurios y todavía podrían permanecer en el
nuestro.
El
ejemplar de anaconda más grande conservado en museos mide 9 metros. En las
selvas tropicales latinoamericanas, se han documentado especímenes de hasta 50.
En el pasado, los indígenas las tomaban por diosas del río y se retrataban
cabalgándolas por el cosmos. La llamaban “Yacumama” o “Suriju”, la madre del
río. La misma que aterrorizaba a exploradores y aventureros y que podría haber
heredado el mundo que dejaron los dinosaurios tras de sí.
Fantasmas subacuáticas
Los
bosques fluviales del Amazonas son islas y penínsulas atravesadas por gigantescos
canales de agua subterránea. Son la parte invisible de un mar que acumula 1/5
parte del agua del planeta. Las anacondas gigantes son el fantasma de sus
profundidades. Gigantescas serpientes con un cuerpo, engastado en mito, leyenda
e historia, que han mantenido desconcertada a la ciencia desde la invasión
española de Sudamérica.
Recientemente, el fotógrafo suizo,
Franco Banzi capturó en una serie de instantáneas a una anaconda de 8 metros en
Mato Grosso (Brasil).
Las
anacondas son una subespecie acuática de la familia de las boas (una serpiente
constrictora originaria de los bosques tropicales de Latinoamérica). En el
Amazonas, son incontables los testimonios orales, escritos, fotográficos y
escritos de anacondas que medían de 30 a 50 metros. Se especula con la
posibilidad de que puedan ser las descendientes de las Titanoboas
Cerrejensis, una macro anaconda que heredó el mundo de los dinosaurios.
Herederas de los dinosaurios
Hace
60 millones de años, la Tierra era el territorio de los gigantes. Un gran
laboratorio que hervía cotejando la información del declive de los saurios. En
los humedales de Latinoamérica, su heredera era la Titanoboa
Cerrejonensis: una bestia que sobrepasaba la tonelada de peso y la decena de
metros. Era la reina de la selva, ¿pero realmente se extinguió? O, ¿estamos
ante los descendientes de este colosal sérpido?
La combinación de Ayahuasca y mega
anacondas crearon una cosmovisión selvática de lo más surrealista.
“Mi
abuelo mató a una anaconda de 30 metros con su rifle”, me dijo una joven kucama
bajo una noche estrellada en el amazónico río Marañón. Esa declaración,
compartida bajo la mirada centelleante de un caimán al que observábamos, me
hizo tomarme estas leyendas en serio. Y es que, desde los años de la invasión
española (cuando las crónicas empiezan a plasmarse por escrito), se narran los
encuentros frecuentes con anacondas que superan todo lo visto por la
ciencia.
¡Monstruo a babor!
Muchas
historias tribales de las selvas tropicales hablan de anacondas gigantescas de
dimensiones monstruosas. Los nativos amazónicos dicen que son mortalmente
rápidas en el agua, donde pueden quebrar una embarcación pequeña, y muy lentas
en tierra. Estos relatos salvajes impulsaron a muchos expedicionarios del siglo
XX a ir en su búsqueda. El aventurero alemán, Up de Graff, fue el más famoso de
ellos; al fotografiar un ejemplar de ¡35 metros!
El ejemplar encontrado por De Graff, supuestamente, medía 35 metros y pesaba
4.000 kilos.
Otro intrépido teutón, P. Victor Heinz, asegura en sus crónicas de viaje, que en 1922, una anaconda gigante embistió contra su bote, partiéndolo en pedazos. Una comisión peruana-brasileña cazó una de 25 metros en los afluentes del Putumayo. En el fuerte Abuña del río Guaraporé (Brásil) dieron muerte a otra de estas macro bestias que medía más de treinta metros de largo y pesaba 400 kilos. Estas crónicas se remontan (escritamente) hasta los primeros años de la invasión española del Amazonas.
La tierra se mueve
Según
los indígenas del Amazonas, estas serpientes pueden crear pequeños corrimientos
de tierra y cambiar el curso de riachuelos en su recorrido bajo suelo. En 1997,
se produjo en Tacna, en el bajo Amazonas, un corrimiento de tierra que arrasó
todo lo que había en un radio de 500 metros de largo y 50 de ancho. Las
autoridades municipales lo atribuyeron a una gran anaconda que había despertado
de su letargo. Los testigos aseguraron que vieron algo meterse en el río.
Llamada Yacumama o Sachamama en Perú,
se la considera como el espíritu cósmico del río.
Mike
Warner es un cazador, obsesionado en dar con esta especie; a quien llama “boa
negra”. Según él, los nativos de las selvas centroafricanas y los amazónicos
utilizan palabras con idéntico sentido para describir a este animal. La llaman:
“La que lleva el agua consigo”. En referencia a un mecanismo que habría
desarrollado este sérpido para acumular agua en su cuerpo. Con el objetivo de
transportarla hasta recónditas madrigueras para crearse un entorno acuático
donde hibernar.
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