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Hay un monstruo en mi cocina

En un ejercicio de arte visual, Greenpeace (la ONG artística por excelencia) nos regala una interesante historia sobre la deforestación que produce la carne industrial que comemos día a día. Una interesante paradoja plástica donde un niño rapiña a hurtadillas algunas sobras de la nevera, sin ser consciente de que un monstruo (un jaguar) le espera. No es realmente, hasta que el niño mira a los ojos del felino que ve el otro lado de la historia: la deforestación y el abuso de los que están siendo objeto estas criaturas amazónicas. Una triste realidad que se ha acentuado desde la llegada al poder de Jairo Bolsonaro, y que amenaza en convertir al Amazonas en una savana para 2100.

               

La mirada a través de los ojos de esta pantera latinoamericana no podrías ser más sincera y real: la Amazonía está desapareciendo a un ritmo acelerado y podría convertirse en una sabana durante las próximas décadas. Este pequeño cortometraje es la segunda parte de Rang-tan también producción de Greenpeace en colaboración con Cartoon Saloon, un estudio de dibujos con cuatro premios Oscar. Dos pequeñas obras de arte que reflexionan sobre por qué estamos acabando con los bosques fluviales, y el costo que vendrá con ello. De momento, durante este último año se han perdido 836,23 kilómetros de selva en la Amazonía, casi el doble que el año pasado.

El monstruo de la deforestación

La deforestación en la Amazonía ha alcanzado niveles históricos, debido al consumo de carne (sobre todo utilizado en la comida rápida).  Los últimos 50 años han supuesto un coste de deforestación nunca visto en la historia de la humanidad, arrasando un 15% de la superficie mundial, equivalente al territorio de España, Portugal y Francia. El último año fue el peor: la deforestación ha llegado a límites insostenibles para el planeta. El Amazonas ha dejado de ser un pulmón para el planeta para convertirse en un emisor estacional de dióxido de carbono, tras ver recortada gran parte de su área forestal. 


                  La situación en la Amazonía se ha convertido en una problemática global. 

Y es que la ganadería es la responsable del 14.5% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero (tantas como emiten todos los coches, trenes, barcos y aviones juntos). Por otra parte, nos recuerda Greenpeace, “la ganadería industrial es un gran demandante de agua, pero paradójicamente es también responsable de la contaminación de los acuíferos”. Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), nos encontramos también en una “crisis global de la calidad del agua”.Y es que las grandes explotaciones cárnicas que se instalana en la Amazonía no solo afectan a la deforestación sino que envenan el agua con grandes cantidades de nitrógeno.


Greenpeace: una historia social que apuesta por lo artístico

La historia de la ONG verde por excelencia siempre ha estado ligada al arte como vehículo para mover a las masas. Todo empezó cuando unos jóvenes estudiantes se embarcaron a una remota isla del pacífico (Amitchka) para detener las pruebas nucleares del ejercito de USA. Eso fue hace casi medio siglo, pero el impacto visual de sus protestas ha sido el eje que le ha convertido en la mayor ONG ambientalista con 3.2 millones de colaboradores. El pequeño cortometraje, There’s a Monter in my kitchen, es solo una muestra más de un organización con gran pericia en lo visual.


               Greenpece nació cómo la acción directa de un grupo de jóvenes de Vancouver.

Era 1971 por aquel entonces, y este grupo de jóvenes que bebía del movimiento hippy quería cambiar el mundo. Para hacerlo, crearon el movimiento Don’t Make a Wave; en muchos sentidos el percursor de la actual organización. Buscaban acabar con las pruebas nucleares a través de acciones concretas con su propio barco; un viejo cascarón pesquero al que bautizaron “Greenpece”. Sus acciones consiguieron llamar la atención mundial sobre la experimentación atómica y un año después Estados Unidos anunciaba que dejaría de llevar a cabo pruebas nucleares. Nacía el mito. Ahora casi 50 años después nos llega este delicioso corto para alertarnos de un problema no menos importante: la erosión de la selva amazónica.

 

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