Esta
es la inspiradora historia de cinco personajes que desafiaron a la
pobreza y a las circunstancias para ayudar a los demás y crear un
mundo más accesible y amable. Es el relato del niño que 'estudió'
ingeniería en un vertedero de Sierra Leona; del hombre que
consiguió parar en parte el avance del desierto del Sahel o del
filipino que convirtió su casa en una biblioteca pública para que
las gentes de un arrabal de Manila pudieran leer.
Yacuba
Sawadogo: el tipo de Burkhina Faso que echó un pulso con el desierto
– y ganó–
Cuarenta años lleva Yacuba Sawadogo subido a su humilde motocicleta,
recorriendo el desierto las estribaciones del desierto del Sahel para
intentar recuperar las tierras que el desierto devora. Todos los
tomaban por loco, pero casi medio siglo después ha conseguido
recuperar más de tres millones de hectáreas de terreno desértico
en ocho países del Sahel y convertirlas en terreno de cultivo.
Yacuba con su 'burra' manteniendo a distancia al desierto.
¿Cómo
lo hizo? ¿De que manera se las ingenió para parar el poderoso
avance del desierto del Sahel? Volvió a los orígenes: empleó
una técnica de agricultura tradicional denominada «Zaï»,
adaptándola a los tiempos modernos. Este método consiste en hacer
hoyos con compost y estiércol alrededor de la zona donde crecerá la
semilla para proveerla de los nutrientes necesarios, lo que ha
provocado que se multiplicase por cuatro la producción. Ahora,
Yacuba se dedica, también, a plantar árboles donde el desierto conoce
a la tierra, para mantener la humedad del suelo y facilitar la
filtración del agua.
Kevin
Doe: el niño que creó una red eléctrica en Sierra Leona con
material de un basurero
Kevin Doe creó una red eléctrica para que sus vecinos pudieran
tener luz con materiales que encontró en un vertedero de la capital
del país, Freetown. Allí acudía cada día para rebuscar en la
basura para encontrar metales y componentes electrónicos para
venderlos y ayudar su familia. Empezó a interesarse por la
electrónica, destripando los móviles viejos y los aparatos del
basurero, y decidió llevárselos a casa. Solo había un problema
para sus experimentos : en su barrio solo había luz unas pocas horas a la semana y no le permitía avanzar con su labor autodidacta.
Eso no le paró.
Tomo unos viejos libros de ingeniería que encontró en la biblioteca
de su escuela y fabricó una rudimentaria pila con la que poder dar
energía a sus experimentos. Más tarde, creó su propio generador
eléctrico, que se convirtió en el punto de encuentro de todos sus
vecinos, que acudían a iluminarse y recargar las baterías de sus
teléfonos móviles.
Kevin, dándole caña al cableado.
Un par de años después, con 14 años, Kevin siguió revolucionando su comunidad, al crear la primera radio que conocía la barriada y sus amigos le ayudaron, convirtiéndose en reporteros. El prestigioso Instituto de Tecnología de Massachussets (MIT), no dudó en llamar a su puerta y pedirle que fuera a dar unas charlas a Boston. Así, con 17 años se convirtió en el visitante más joven de la prestigiosa universidad estadounidense. Actualmente, está inmerso en un proyecto sobre paneles solares, patrocinado por una empresa canadiense, para llevar luz a las zonas apagadas de Sierra Leona.
Deepika Kurup: con 14 años monta uno de los sistemas para depurar agua más baratos y eficientes que existen
Así
como suena: una tipa de 14 años crea en el patio de su casa un
sistema de purificación del agua, cuando, un día, ve horrorizada
como los niños de la India no pueden beber agua en condiciones.
Deepika, India de origen, pero que vive en el estado de
Massachusetts decide ponerse manos a la obra. Con mucho esfuerzo,
consiguió desarrollar un prototipo de depuradora portátil, que
funciona con energía solar y óxidos de titanio y zinc, que liberan
radicales de hidroxilo y su peróxidos capaces de degradar la materia
orgánica presente en el agua. Los métodos más comunes en la
actualidad para purificar el agua, consumen electricidad y generan
residuos, no el sistema ideado por la pequeña Deepika que consigue
depurar el líquido utilizando la energía del sol y sin producir
residuos ni usar químicos.
Deepika, explicando como va la movida.
William Kamkawamba: la voluntad lo es todo
William Kamkawamba es un adolescente de Malawi quien sin apenas recursos creó un molino para convertir la fuerza del viento en electricidad y, así poder mejorar la calidad de vida de su pueblo.
Siendo apenas un niño William no pudo seguir hiendo a la escuela. Sus padres no podían permitirse ese lujo,criando a cinco niños en Malawi. Sin embargo, el joven ardía en deseos de conocer más, de saber más. Así que visitaba regularmente la biblioteca de su antiguo colegio. Un día mientras buscaba un diccionario de Inglés-Chichewa encontró un libro que cambió su percepción de sus posibilidades "Using the energy" un viejo volumen de ciencias que explicaba como los molinos de viento pueden utilizarse para generar electricidad. Sólo el 2% de los habitantes de Malawi tienen electricidad. Sin dudarlo, William se puso manos a la obra. Si lo conseguía podrían crecer dos cosechas al año en lugar de una, crecerían las huertas y podrían cambiar radicalmente las condiciones de vida en su pueblo. " Un molino de viento significaba algo más que poder", escribió, "era la libertad".
No fue fácil. En un pueblo donde la única fuente de luz son las lámparas de queroseno, el sueño de William era quijotesco. El joven no podía permitirse ni si quiera las tuercas y tornillos necesarios para su molino. Con sólo un par de llaves a su disposición recogió desechos de diferentes vertederos para crear un eficiente dinamo de viento ¿ Cómo? Con tuberías de plástico, un bicicleta rota y un ventilador de tractor.
William logró crear un molino con capacidad para proveer de electricidad a su pequeña aldea, facilitando la instalación de bombillas y puntos de conexión para recargar los móviles. Con el tiempo, se corrió la voz y se convirtió en un héroe nacional. Escribió un libro "El niño que aprovechó el viento" y ahora estudia en la prestigiosa Academia de Liderazgo Sostenible de África, en Johanesburgo.
William, coronando su éxito.
Con bastante información del Diario ABC
Hernando
Gulao: liberando las historias
Hernando
Gulao, natural de Manila (Filipinas) decidió, un buen día, poner
todos sus libros en la entrada de su casa para que, quien quisiera,
pudiese disfrutar de una lectura tranquila y gratuita. Sus vecinos no
dudaron en seguirle la corriente, y ahora, doce años después, su
pequeño pedazo de calle, se ha convertido en una biblioteca con más
de 3.000 libros. Su única regla, es que no hay reglas. Cada uno
puede coger los libros que desee, por el tiempo que desee. Como si no
quiere devolverlo nunca.
El
mismo Hernando se dedica a recorrer las calles de Manila en su bici
con un remolque lleno de libros para acercar las letras e historias a
sus conciudanos de Manila. Su próximo proyecto será un
barco-biblioteca para llevar los libros hasta las islas más
recónditas del país.
La biblioteca urbana de Hernando.
William Kamkawamba: la voluntad lo es todo
William Kamkawamba es un adolescente de Malawi quien sin apenas recursos creó un molino para convertir la fuerza del viento en electricidad y, así poder mejorar la calidad de vida de su pueblo.
Siendo apenas un niño William no pudo seguir hiendo a la escuela. Sus padres no podían permitirse ese lujo,criando a cinco niños en Malawi. Sin embargo, el joven ardía en deseos de conocer más, de saber más. Así que visitaba regularmente la biblioteca de su antiguo colegio. Un día mientras buscaba un diccionario de Inglés-Chichewa encontró un libro que cambió su percepción de sus posibilidades "Using the energy" un viejo volumen de ciencias que explicaba como los molinos de viento pueden utilizarse para generar electricidad. Sólo el 2% de los habitantes de Malawi tienen electricidad. Sin dudarlo, William se puso manos a la obra. Si lo conseguía podrían crecer dos cosechas al año en lugar de una, crecerían las huertas y podrían cambiar radicalmente las condiciones de vida en su pueblo. " Un molino de viento significaba algo más que poder", escribió, "era la libertad".
No fue fácil. En un pueblo donde la única fuente de luz son las lámparas de queroseno, el sueño de William era quijotesco. El joven no podía permitirse ni si quiera las tuercas y tornillos necesarios para su molino. Con sólo un par de llaves a su disposición recogió desechos de diferentes vertederos para crear un eficiente dinamo de viento ¿ Cómo? Con tuberías de plástico, un bicicleta rota y un ventilador de tractor.
William logró crear un molino con capacidad para proveer de electricidad a su pequeña aldea, facilitando la instalación de bombillas y puntos de conexión para recargar los móviles. Con el tiempo, se corrió la voz y se convirtió en un héroe nacional. Escribió un libro "El niño que aprovechó el viento" y ahora estudia en la prestigiosa Academia de Liderazgo Sostenible de África, en Johanesburgo.
William, coronando su éxito.
Con bastante información del Diario ABC
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