Observa bien en las ruinas donde te metes, porque cada casa tiene su
historia. En mi caso, fue una grata sorpresa descubrir que mi ruinoso
hostel de la calle Hoza de Varsovia, no era solo un bloque de
viviendas con un serio problema de aluminosis. Sino el antiguo hogar
de Antoni Grabowski, coleguita del Docktoro Esperanto (no es un
supervillano, sino el inventor del esperanto). Y uno de los
principales difusores de esta neolengua que pretendía convertirse en
el idioma universal.
A primera vista, parecía un edificio salido de una Batalla de Stalingrado en versión ciberpunk: las inquietantes grietas de su fachada, no quedaban nada disimuladas por los cientos de graffittis que colmaban cada centímetro de su descompuesta fachada. Pero el stencil de Iris, la jóven prostituta de Taxi Driver, debería haberme indicado que el lugar tenía algo de historia. Y la tenía: hace más de un siglo fue el hogar de Antoni Grabowski, el primer tipo que sostuvo una conversación en esperanto, con el fundador de este idioma, que pretendía ser la lengua del futuro, L.L. Zamenhof.
A primera vista, parecía un edificio salido de una Batalla de Stalingrado en versión ciberpunk: las inquietantes grietas de su fachada, no quedaban nada disimuladas por los cientos de graffittis que colmaban cada centímetro de su descompuesta fachada. Pero el stencil de Iris, la jóven prostituta de Taxi Driver, debería haberme indicado que el lugar tenía algo de historia. Y la tenía: hace más de un siglo fue el hogar de Antoni Grabowski, el primer tipo que sostuvo una conversación en esperanto, con el fundador de este idioma, que pretendía ser la lengua del futuro, L.L. Zamenhof.
Pero todavía hay más: fue uno de los seis edificios que los oficiales nazis eligieron para establecer su residencia durante la II Guerra Mundial, y eso se nota en el estado del edificio que parece un queso gruyer de tantos balazos como tiene. Pero pasará a la fama (o al olvido por que tal y como está conservado...) por haber sido el hogar de Antoni Grabowski (1857-1921), un auténtico políglota que aprendió a hablar quince idiomas, y que se convertió en el traductor oficial del Esperanto; amén de coleguita de L.L. Zamenhof a.k.a Docktoro Esperanto.
Varsovia (1887): Zamenhof da con el esperanto
Grabowski compra el recién aparecido "Dr.
Esperanto. Lengua internacional. Prólogo y manual completo", un
extraño manuscrito firmado por un tal Docktoro Esperanto, que
propone las claves para crear un idioma universal. Impresionado por
su sencilla estructura y su capacidad expresiva, poco después,
Grabowski deja su trabajo en una factoría textil cerca de Moscú y
emigra a Varsovia para conocer al Doctor Esperanto. Y al encontrarse,
se ponen a charlar en esperanto. Esa pasará a la historia como la
primera conversación en esperanto de la historia. ¿De qué
hablaron? Probablemente de mujeres polacas o Vodka. Aunque también
podrían haberse echado una partida de naipes.
El
lenguaje que inventó L.L. Zamenhof entre gruesas caladas a su pipa
en su casa de la Rue
de Vièux-College es
la síntesis y fusión de los idiomas más hablados en Europa durante
su época. Tiene bastante latín (a palo seco o a través de lenguas
romances como el castellano o el francés); tiene su buena dosis de
lenguas germánicas (plasmadas en el alemán y el inglés) y eslavas
(ruso y polaco). Además de un poquito de griego antiguo, una pizca
de hebreo y un toque japonés para dar color.
El
caso es que Grabowski cogió ese conglomerado lingüístico y se
propuso traducir grandes obras de la literatura eslava a esta
neolengua que acababan de crear. Tradujo a Pushkin,
a Goethe
y a otros clásicos del romanticismo. Pero el ''éxito'' le llegó
con la traducción de epopeya polaca Pan
Tadeusz
de Adam
Mickiewicz, que se considera como modelo de la mejor literatura
en esperanto.
El edificio está totalmente desecho, pero eso sí, la placa está muy limpia.
Pero también fue el hogar de los oficiales nazis
Este
edificio de la calle Hoza pasará a ser tristemente recordado también
por haber sido uno de los seis edificios donde se instalaron los
oficiales nazis durante su invasión a Polonia. Y eso se nota. El
edificio tiene metralla por un tubo y unas grietas descomunales de
dos tipos:
las que son tipo boquetes y aparecen en el techo y las que son
relativamente finas y cruzan las paredes en diversos ángulos. ''En
la pared que tienes allí delante; allí mataban a la gente'', me
comenta Dave, un trotamundos y humorista inglés que lleva años
viviendo en la zona.
Todavía pueden verse los boquetes de bala, que dejaron las ejecuciones de los oficiales nazis.
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