El río Amazonas casi no contiene agua. Baja
repleto de las caras, leyendas, masacres y pinturas de la selva, atrapadas en
un remolino de vida, codicia, maravillas y muerte. Estas realidades líquidas de
la historia se cristalizan entre los pilones del suburbio Iquitense de Belén.
El hogar del llamado ''Pueblo libre''. Una
ciudad codificada dentro de la propia capital de la Amazonia peruana donde la
ONG La Restinga (''La tierra que resiste'') cumplirá 20 años, ayudando a
crear un puente entre dos mundos: el del golpeado universo del río y el de la
pujante metrópolis que se alimenta de la selva.
Dos décadas de trabajo social intentando reparar la
brecha entre el asfalto de Iquitos y el apéndice flotante del
desfavorecido barrio de Belén. Un laberinto de madera, agua y tierra
donde miles de niños intentan trazar su rumbo bajo el peso de la
pobreza y la amenaza de las drogas o la explotación sexual. Ellos
son el objetivo primordial de esta ONG que es fiel a su nombre. Y que cada día se convierte en la ''tierra que resiste'': un lugar donde la gente desfavorecida del bajo Belén e Iquitos se pueden apoyar, cuando el río de la vida se desborda y arrambla con todo.
El mundo del río
El Pueblo libre es la extensión humana del río a
través del cauce de la capital provincial de la región de Loreto
(Amazonia peruana). Se ubica en uno de los márgenes ribereños del
barrio más pobre de la urbe, donde el cemento se convierte en agua.
Donde la vida la marcan los ciclos del río. Sus casas son humildes
construcciones de madera y chapa, rodeadas por caminos que quedarán
anegados cuando lleguen las crecidas. Y se lleven consigo la
herradumbre que puebla sus arterías de barro durante la época de 'sequía'.
El mundo del río comparte una cosmovisión única y ancestral de la vida en el Amazonas.
Es por ese cosmos del pueblo amazónico alejado de sus raíces, donde corren los niños, riendo bajo la lluvia tropical, para acceder a las clases y talleres que ofrece La Restinga en las casas comunales. Allí, no solo se ayuda a los chavales a perfilar sus habilidades escolares, sino que funciona como un observatorio para velar por la seguridad de los niños. Muchos dejarán los programas para ganarse la vida en las calles. Otros, gracias a su ayuda, conseguirán permanecer y sembrar un futuro sólido.
Dos décadas y un puente hacia el mañana
La historia de esta organización es la crónica de
quienes, durante dos décadas, quisieron devolver parte del
equilibrio a uno de las caras quebradas de la explotación amazónica.
Muchos de los primeros habitantes del suburbio de Belén fueron
antaño indígenas que llegaron a la capital atraídos por la riqueza
que promocionaba la industria cauchera, petrolera o maderera (su
fundación data de 1866). En lugar de eso, lo que encontraron fue la
explotación y la conversión forzosa de sus credos.
Veinte años en la brecha, han convertido a La Restinga en territoro sólido para los chavales.
La Restinga se ha convertido, en las últimas décadas, en un pequeño dique contra esa marea que golpea el Amazonas y la parte baja de Belén. Un centro de ayuda para niños en serio peligro de exclusión; un espacio donde las mujeres maltratadas podían recuperar su vida. O incluso un lugar del que promover proyectos de desarrollo en las comunidades indígenas de la selva a través de varios proyectos ( por ejemplo, de meliponicultura). Un asidero para no caer en la desesperación.
Vidas flotantes en una corriente convulsa
Las vidas flotantes de los habitantes del bajo Belén
dependen del caudal del río Itaya; cómo su huésped, la ciudad de
Iquitos (que está rodeada de tres ríos: Amazonas, Ucayali e Itaya). El hábitat del Pueblo Libre es casi un mundo flotante. En un mar de
crímenes. La riqueza de sus recursos fue el peor sino para los
habitantes del mundo del río: desde la invasión española su medio
fue esquilmado y sus creencias basadas en el bien común, trastocadas
en un capitalismo indecente.
Varios meses al año, el río se reduce y el terreno del Bajo Belén se convierte en un gran lodazal.
A principios del siglo XX, el descubrimiento del látex trajo consigo la esclavitud a la región. Muchos de los pueblos amazónicos fueron esclavizados en base a 'deudas' por artículos que raramente recibían. Y su mundo mágico y abierto, cambiado por un cristianismo excluyente. Muchos de los descendientes de los sobrevivientes de esta masacre forman parte del Pueblo Libre: divididos entre el mundo de sus antepasados y un nuevo en el que les cuesta trabajo manejarse.
El expreso de la Amazonia
El trabajo de la Restinga en el bajo Belén busca
capear uno de los peores males que ha traído el paseante occidental:
el turismo sexual. Este sórdido submundo toca los pilones del
necesitado barrio del bajo Belén y se extiende como un veneno a
través de sus calles. Mujeres secuestradas por mafias o niños
destinados a la explotación sexual son una dura realidad en sus
calles. Que gracias al trabajo de esta ONG pueden intentar reencauzar
sus vidas fuera del infierno de la esclavitud carnal.
El tren del progreso se ha llevado la riqueza del Amazonas, dejando poco o nada (bueno) a cambio.
En esta parada inclemente de la selva amazónica, muchos
otros niños no tienen otro cartucho más que el trabajo callejero;
la supervivencia entre adoquines. Y lo que eso conlleva. Algunos de
ellos, podrán asistir a algunos de los talleres que organiza La
Restinga. Proyectos como los inspiradores Enseña arte, donde se potencian las capacidades creativas de los niños; Anda, corre y cuenta, donde se incide en la violencia y como evitarla. O, los trabajos con abejas (y su miel) que promueven en las comunidades.
¿Dejar el río o seguir la corriente?
La travesía del Pueblo libre podría estar tocando su
fin. Hay un proyecto para reubicar a 2.600 familias del barrio de
Belén a un complejo de viviendas en uno de los, bien conectados, complejos periféricos de la ciudad. La opinión está totalmente
dividida: para muchos podría ser una salida de las condiciones
insalubres del lugar; para otros sería abandonar los métodos de
vida que les sustentan (pesca, agricultura en los terrenos
circundantes, turismo...). El mundo del río a su paso por Iquitos podría ver su final.
Perderse en el espacio entre los dos mundos, el de la tradición y el moderno, es bien fácil.
Y los ojos de ONG's como La Restinga permanecen atentos a un cambio que podría transmutar toda su trabajo en el Belén bajo. Podría suponer un nuevo comienzo para unas gentes consumidas al calor de las enfermedades que aparecen cuando el río se seca y las basuras se amontonan. Que también podrían cortar sus últimos vínculos con el mundo del río; el hábitat que ha mecido sus sueños desde la noche de los tiempos. La pregunta permanece: ¿Dejar el río o seguir la corriente?
Y los ojos de ONG's como La Restinga permanecen atentos a un cambio que podría transmutar toda su trabajo en el Belén bajo. Podría suponer un nuevo comienzo para unas gentes consumidas al calor de las enfermedades que aparecen cuando el río se seca y las basuras se amontonan. Que también podrían cortar sus últimos vínculos con el mundo del río; el hábitat que ha mecido sus sueños desde la noche de los tiempos. La pregunta permanece: ¿Dejar el río o seguir la corriente?
Un viaje al golpeado mundo del río de la mano del talentoso Johannes Vanneste y la asociación La Restinga.
Más historias recogidas a pie de asfalto:
- Mimodrama en el expreso a Kiev
- 20 murales limeños para reconectar con la vida
- La entrada cósmica a las entrañas del imperio andino
Ojalá ésta clase de artículos proliferen para conseguir concienciar sobre este tipo de realidades sociales tan necesitadas de ayuda.
ResponderEliminar20 años que fueron posibles gracias a la solidaridad, amor, fe y constancia de muchos seres humanos del Perú y del mundo. Juntos somos mas!
ResponderEliminarUna situación real, como esta las, los niños y los pobladores en general en esta comunidad... Un estado sin sensibilidad que aun no prioriza el desarrollo de habilidades sociales. Pero se esfuerza en pavimentos y estructuras sin sustento...
ResponderEliminar