¡Hay
pollo pimpollo!¡Res, rica res!¡Hay mono, carne de mono! Ese último grito
comercial de 80 decibelios se quedó atravesado en mis vertebras y mi cabeza. Hace poco, me
habían advertido de que en el mercado iquitense de Belén (Amazonia peruana) vendían carne de mono.
De simios en peligro de extinción. Aunque, me resistía a creer que la belleza
de un Maquisala o la de un Choro de cola amarilla pudieran acabar descuartizadas
en una mesa. Me equivocaba.
Al
aproximarme al puesto del vendedor que inunda la calle con sus gritos, intenta hacer una gracia juntando las dos mitades
segmentadas de un mono. Es un Maquisala (mono Araña). Está en peligro de
extinción. La lluvia chapotea entre los tejados; cuando me da el precio del
cadáver: 20 soles (5 euros, aproximadamente). Nadie le dirá nada, a pesar de
que su venta es ilegal. Y, seguramente, la cabeza fragmentada del gentil
Maquisala acabará en una plancha esta noche.
El universo de la selva en la jungla de neón
Las
calles del mercado de Belén forman un laberinto donde se comercia con todo. La
carne de monos en peligro de extinción no es una excepción. Se considera que su
carne es un “manjar de la selva”; una comida exótica. Su caza y captura
representa un ingreso extra para muchos que no quieren afrontar la realidad de
la extinción. La supervivencia de las especies es mucho más importante que las
tradiciones.
El mercado
de Belén se extiende como una ciudad paralela a la urbe de Iquitos.
La
carne de mono constituía una parte importante de la milenaria alimentación de
los indígenas de la Amazonia. Expertos cazadores, habían desarrollado una cerbatana
tan alta como un hombre para darles muerte. Pero, los tiempos cambian. Y los
moradores de los bosques fluviales de latinoamérica no pueden importar algunas costumbres del mundo de la
selva a la voraz jungla de neón. ¿Qué dirían sus antepasados al ver especies
como el mono Choro de cola amarilla al borde de la extinción?
Hijos de la contradicción
La
situación del mono Araña (está en la lista roja de extinción de la UICN) es el
reflejo del desconocimiento que reina en muchas comunidades indígenas del
Amazonas. La caza era una actividad de supervivencia tribal para ellos. Con la
llegada del capitalismo al bosque, se ha convertido en un negocio. En una
fuente de ingresos para muchos que están atrapados entre dos mundos: en el de
la erosionada vida de la selva y la demandante vorágine del consumismo moderno.
La ‘humanidad’
y fraternidad del mono Araña es difícil de creer.
Las
necesidades de la industria biomédica también se han librado su ‘libra de carne’
en el mundo de los simios amazónicos. No son pocos los que machete en mano
recorren los bosques fluviales para conseguir especímenes para la investigación
médica. Una vez que los obtienen empieza la cadena: los venden de 10 a 30
dólares en los mercados locales. Y de 100 a 300 en Lima, la capital, desde
donde embarcarán hasta el mercado occidental. Muchos no sobrevivirán el atroz
viaje en carguero.
En el ojo del tigre
Cuanto
más rara se vuelve una especie de mono (ya sea por estar en peligro de extinción
o por ser muy sigilosa) más aumenta su valor en el mercado internacional. Son fundamentales para la supervivencia de la biosfera de los bosques fluviales lationaméricanos. Su carne es alimento básico para especies como
el gran jaguar, por ejemplo. Y sus defecaciones son las encargadas de propagar muchas de las
semillas que perpetúan el gran tapiz verde de la selva.
El ser humano comparte el 90% del ADN de
los primates.
La
ONG Save the primates calcula que
alrededor de 10.000 primates morirán en los laboratorios europeos durante este
año. Una tercera parte de ellos se encuentra en peligro de extinción. Y muchos
provienen de la Amazonia. Las trampas que cazarán la mayoría de ellos surgen de los de los dedos mañosos de quienes antaño habitaron y protegieron este
mundo del río. Hoy, muchos de ellos se han convertido en cazadores furtivos.
El mundo es un mercado
El
mundo se ha convertido en un gran mercado, infestado de caprichos sin sentido.
Caminando por las calles del gran mercado de Iquitos, te puedes topar con
restos de animales en serio peligro de extinción. Por precios irrisorios. Ya
sea la amenazada carne del mono Araña, la piel del Jaguar (también en peligro
de extinción). O de muchas otras especies amenazadas de tortugas, reptiles o
anfibios. Nada tiene verdadero valor en un mundo que quiere consumirlo todo.
El mercado de lo exótico es un ‘capricho’
que debería ser regulado seriamente.
Cuanto
más escasa es la pieza, más aumenta su valor. Sucede así, con los pellejos del
mono Choro de cola amarilla (en peligro crítico de extinción). Con pájaros
exóticos como el Guacamayo de vientre rojo y el de vientre amarillo. Y otros
animales acuáticos como la Nutria o el Manatí. Antaño protagonista cotidianos de la selva amazónica que hoy son muy raros de ver. Y que quizás, mañana ya
sean leyenda.
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