Los primeros humanos en desafiar el
batiente de las olas contra el lecho marino no fueron fieros maoríes
desafiando los laberintos de coral. Ni los ancestrales aborígenes de
las islas Adaman al mecerse entre el oleaje que lleva hasta sus
inalcanzables dominios; como puede sugerir nuestra imaginación.
Fueron los pescadores de la brumosa y casi infinita playa peruana de
Huanchaco; quienes hace ya 5 milenios desarrollaron el arte de
‘volar’ sobre las olas.
Desarrollaron la semilla del surf como
consecuencia del inclemente oleaje de su área de pesca en el norte
de Perú. Lo hicieron a través de la construcción de unas
aerodinámicas barcas conocidas como “Caballiitos de Totora” que
les permitían ‘cabalgar’ las olas a su regreso de las zonas de
pesca; mar adentro. Todavía se encontraban en pleno neolítico, sí;
pero desarrollaron una embarcación ultraligera e insumergible que
les permitía deslizarse por los rompientes. Y que con el tiempo
empezaron a utilizar para divertirse y competir. Nacía el deporte.
Equilibrio en el neolítico
Los humedales de la costa norte de Perú
no sólo fueron uno de los primeros lugares donde el ser humano
empezó a practicar la agricultura, no. Fueron, también, el hogar de
los primeros dispositivos surferos de la humanidad. Aerodinámicas
embarcaciones, llamadas “caballitos de Totora”, en la que los
primeros jinetes oceánicos se mantenían semierguidos para guiar a
sus embarcaciones desde las zonas de pesca (mar adentro) hasta la
costa. Por el camino, olas alargadas y transversales que siguen
creando un muro de agua gris difícil de franquear.
El arte de cabalgar olas se remonta
hasta el amanecer de la humanidad.
La estructura de estos barcos es
delgada y afilada, dándole la forma de un pequeño estilete. La
mayoría de las embarcaciones tenía un pequeño agujero en la
superficie con la forma de un pequeño cajón, donde apenas cabía un
hombre. Y donde transportaba cargas de hasta 50 kilogramos de pescado. Transportarlas a través de esas grandes pantallas de agua,
que se levantan en el horizonte y atraviesan su bahía, era un reto
impecable. No digamos coronar las olas y aprovechar su fuerza para
recorrer las olas que separan el horizonte de la costa.
Caballito versión redux
Las alargadas barcas de pescadores de
la bahía de Huanchaco y el área de Lambeque dieron paso a una
versión deportiva; una surfera. Estas nuevas embarcaciones eran (y
se siguen siendo) más estilizadas y estrechas. Entre los dos grandes
racimos de cañas que forman el artilugio había un pequeño espacio
para colocar los pies. Estaban concebidas sólo para la práctica del
surf. Una actividad que quedaría retratada en las cerámicas de la posterior cultura virú, donde se retrataban hombres cabalgando el
océano, protegidos por cascos.
Los moradores del norte del actual
Perú fueron los primeros 'dueños del mar'.
Lo hicieron desde
las áreas cercanas al Ecuador, pasando por Panamá hasta Chile, con
el fin de intercambiar joyería sofisticada. Durante sus viajes,
difundieron el uso de numerosos alimentos andinos como el camote, la
yuca, el camote o la calabaza. E incluso, llegaron hasta las lejanas
islas de la Polinesia; a donde exportaron la practica de la
dilatación de orejas, el culto al hombre pájaro y probablemente el
arte del surf. En unas expediciones que más tarde dejarían
boqueabiertos a Incas (que los imitaron) y a los colonizadores
españoles.
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