Ir al contenido principal

10 consecuencias fatales de una hecatombe nuclear

Las luces se apagan y todo el mundo que conociste queda condenado a vivir bajo las pesadas cenizas de un invierno nuclear. El calor aumenta por el efecto invernadero que se produce, pero no volverás a ver el sol durante mucho tiempo: las cenizas tapan toda la bóveda celeste. Si conseguiste escapar al efecto de las bombas, prepárate para tener que vivir en un mundo postapocalíptico donde nada volverá a ser igual. Bienvenido a un mundo digno del Martillo de Lucifer.



Planeta muerte
En caso de gran cocida nuclear, nuestro planeta se convertiría en el último apeadero en el tránsito de la vida interestelar. En la estación muerte. La explosión combinada de varias bombas nucleares, no solo libraría dosis aniquiladoras a la atmósfera, sino que de paso también destruiría fábricas, oleoductos y centrales nucleares. De nuestro planeta, quedaría poco más que un cascote tormentoso flotando en la deriva galáctica. Nos convertiríamos en la última parada de la Vía láctea.


Nuestra desaparición traería consecuencias muy positivas para el ambiente y las otras especies.

El reino de los insectos
Muchos insectos tienen una tasa de resistencia a la radiación muy superior a la de los seres humanos. La ciencia los etiqueta como “radioresistentes”. Las cucarachas, por ejemplo, son de 6 a 15 veces más resistentes a la radiación que los humanos. Otros animales como las hormigas también darían juego en este mundillo. Aunque, sin duda, los 'jefazos' de este escenario serían los escorpiones: pueden aguantar hasta 100 veces la radiación que soporta un bípedo urbanita.


           La naturaleza del Homo Sapiens Sapiens 3.0 trae muchas dudas

Hal al mando, relevados por las máquinas
La confluencia entre el desarrollo de la Inteligencia Artificial (hasta Hawking lo dice) y una guerra nuclear podría llevar a la supresión de nuestra autonomía. La IA podría decidir que no somos capaces de cuidarnos a nosotros mismos y tomar el control de nuestro propio futuro. En la ciencia ficción, es una línea argumental que se ha seguido hasta la ampliamente siguiendo la ley cero de Asimov. “Un robot no hará daño o, por inacción, permitirá que un humano sufra daño”.


        Reconzcámoslo: no va hacer falta mucho para que las máquinas nos arrinconen.

Vuelta a las cavernas
Te acuerdas de ese tipo/a que te hacía la vida imposible en el instituto y que ahora trabaja en el Carrefour (en realidad, está mejor económicamente que tú que estudiaste algo, pero eso es otro tema); ahora será el jefe de tu comunidad y tu vivirás para servirle. La guerra nuclear ha invertido las manillas del reloj. Toda la tecnología ha caído y los humanos hemos vuelto a la era del fuego.


            Toda expansión trae su contracción y nuestra evolución podría ser muestra de ello.

El amanecer de Suburbia
El mundo está horadado de túneles y búnkers diseñados para aumentar nuestras posibilidades de supervivencia en caso de una guerra nuclear. La radiación ultravioleta, la disminución de la calidad del oxigeno o posibles bestiantes mutantes darían alas a los planes de los 'survivalistas'. Así se identifican quienes han creado refugios antiatómicos en los patios de sus casas. Atentos que esto no es ninguna broma: Suiza tiene espacio para toda su población en búnkeres. Las casas vienen de serie con un sótano para hecatombes nucleares o fiestas bávaras de la cerveza.

  
          La vida subterránea y debajo de los océanos podría ser algo común el día de mañana.

El club del 1%
El club del 1% (el porcentaje de nuestra población que acumula las mayores reservas) coparía la protección contra la radiación. La desigualdad entre los seres humanos sería mayor que nunca. Los refugios nucleares se convertirían en fortalezas regidas por los más poderosos. A los demás, no nos quedaría más remedio que pelarnos el cobre en el exterior. Probablemente, aparecieran neo-señores feudales que reinaran pequeñas ciudades estado. Y, por supuesto, una gran horda de bandidos. 


         Si te parece que hoy hay desigualdades, esperate a que escaseen los recursos.

Destino: espacio exterior
Una guerra nuclear podría aniquilar la presencia humana en nuestro planeta. Migrar al espacio exterior podría ser una de las únicas posibilidades de supervivencia para el ser humano. La Luna o Marte suenan como los destinos más probables. Aunque, no hay que desdeñar la opción encontrar planetas habitables como Kepler 62e, Gliese 581g o Tatu Ceti. Todos son opciones muy lejanas, pero con el desarrollo de velas solares y serías mejores en el campo de la criogenía.


        Destino, las estrellas. El futuro de nuestra civilización pasa por la emigración estelar.

La lluvia 'negra'
La lluvia 'negra' es la peste bubónica a lo que a catástrofes nucleares se refiere. Poco después de que las bombas cayesen, partículas radioactivas subirán al cielo y luego caerán por todo el mundo. Serán tran pequeños y extendidas que apenas podremos verlas. Pero, se harán notar. Una de ellas, el Estroncio-90, engaña al cuerpo para que éste piense que es calcio cuando se inhala o consume. De ahí, viaja directamente a la médula osea donde se propaga por el cuerpo en forma de cáncer de huesos.


            Pronostico del día: está chispeando Estroncio.

Hoy, tormenta perfecta
Consultar el parte meteorológico, se volverá fundamental en un mundo que padecerá de dos a tres años de oscuridad congelada. Eso para empezar. A bote pronto. Los escombros enviados a la estratosfera, no solo bloquearán la luz del Sol, sino que también afectarán al clima. Las nubes se volverán muchos más acuciantes y la temperatura de la Tierra caerá rápidamente en un invierno nuclear. En resumidas cuentas: no querrás salir demasiado de casa.


Una atmósfera llena de metales pesados sería una auténtica calamidad.

Un barrio poco concurrido
Se estima que solo 500 millones de personas sobrevivirían a una guerra nuclear en el planeta. Eso equivale, aproximadamente, a que solo sobrevivirán uno de cada 14 personas. Los pocos supervivientes vivirán en un mundo sin apenas energía, con terribles tormentas, bandidos, reyezuelos, letales rayos cósmicos, fieras salvajes (algún elemento mutante caerá seguro) y demás complicaciones de vivir en un mundo postapolíptico. “Menuda putada”, pensarán seguro. 


      La expansión de nuestra raza sin previsión de las consecuencias será el fin de la Tierra.

¡Si quieres enterarte de todas nuestras novedades, síguenos en Facebook o Twitter!

Más material para salvar el planet:

Comentarios

Entradas populares de este blog

10 leyendas amazónicas para atisbar el corazón de la gran selva

La selva amazónica respira como un gigantesco ser vivo. Un cuerpo antiguo y primigenio cuyos secretos se enroscan en la noche de los tiempos y fluyen a través de sus arterias fluviales. El ser humano es solo un invitado en la gran partitura de su misterio; y su razón una rendija desde la que tan solo se pueden otear sus misterios. Un rugido que recorre la historia de la Amazonia al ritmo de leyendas y mitos tan increíbles como los mismos parajes que tallan la mayor selva del mundo.

¿Cómo nos venden las guerras?

Los estados crean marcos mentales para que la sociedad acepte guerras sin cuestionase los motivos que acabarán con la vida de centenares de personas Cada vez que un estado quiere iniciar o meterse en una guerra tiene que persuadir primero a su población . ¿Pero como lo hace? ¿Qué herramientas utilizan para convencer a la gente para que apoye – o participe – en un conflicto en el que probablemente mueran cientos o miles de personas?. Primero el estado que desee vender una guerra a su ciudadanos, tiene que convencerles de que es legítima; de que estamos en lo cierto; de que los de dentro son “ los buenos ” y los otros, los de fuera son los “malos”. Y, lo consigue, en gran medida, gracias a algunos medios de comunicación que, a menudo, y en contra de lo que debería ser su función, se convierten en el catalizador para los mensajes del gobierno, los grupos de presión, las élites financieras... Gran parte del flujo de información sobre el conflicto en ciernes intentará s

Comuna 13, donde el arte se convierte en el arma más poderosa

Una de las comunidades históricamente más peligrosa de Medellín y por ende del mundo entero, ha experimentado una brutal transformación como consecuencia de la entrada del arte social naturalista entre sus muros. En los años 80, la oscuridad del narcotráfico corrompió la ciudad y la Comuna 13 era el lugar ideal tanto como base de sus operaciones, como para esconder los restos, muchos de los cuales cadávares, que se desprendían de las mismas. Ahora, un grupo de jóvenes artistas están utilizando la naturaleza como arte para devolver la vida a un barrio diezmado por el conflicto armado y la pobreza.