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Chapada Diamantina: Transformación de zona minera a Parque Natural

La historia de la conversión de una zona minera a uno de los más extensos parques naturales de Brasil, que anima a creer en la reconversión de parajes explotados por el ser humano. La Chapada Diamantina (Estado de Bahía, Brásil) tuvo su explosión económica en el inicio del S. XIX con la llegada de la minería, comenzando por el oro hasta el descubrimiento de la cantidad de diamantes del lugar. Durante décadas, un intensivo sistema minero corrompió la comarca transformando así parte del paisaje. Sin embargo, gran parte de su encanto se conservó, convirtiéndose en 1985 en un inmenso parque nacional con una extensión de 152.000 hectáreas. Por el camino, más de 200 años de lucha contra las prospecciones mineras en uno de los entornos hídricos visualmente más poderosos de latinoamérica. 



Una de las cosas que más llaman la atención de la Chapada Diamantina (más allá de su calificación como demarcación territorial) es la concienciación ambiental que tienen sus habitantes nativos, los kiriri; la étnia nativa de estas jurásicas sierras del estado de Bahía. Y es que los  moradores de este Parque Natural han visto (y luchado) contra la explotación minera desde principios del siglo XVII; cuando los portugueses descubrieron el oro y los diamantes que se ocultan en el interior sus cuevas. Desde entonces, esta tierra lunar a medio camino entre el Amazonas y el Atlántico ha mantenido un pulso desigual entre el poder de las empresas mineras y el rico legado de su naturaleza autóctona. Todo esto ha sido posible gracias a la carácter de su gente que ha conseguido conservar su patrimonio gracias a las seguientes premisas de conservación:


1.El entendimiento de la importancia de los recursos naturales
En la Chapada Diamantina, hay fuertes leyes intrínsecas a sus comunidades sobre el cuidado de los recursos naturales, que la gente incorpora a su vida con gusto y no como una obligación. Se utiliza el agua necesaria, y hay una gran preocupación por el cuidado de los ríos. Pese al color oscuro que presentan la mayoría (por su gran cantidad de minerales) se puede beber de sus aguas sin problema y no contienen ningún vertido.


          La pureza de sus aguas está destilada en los lechos de cuarzos que sostienen a la chapada.

La pesca está prohibida manteniendo así el equilibrio de los ecosistemas. Y se registran poquísimos incendios ya que no se puede hacer fuego en sus montañas. Por otra parte, no se observa basura en sus alrededores manteniendo intacta su naturaleza.

Y no es para menos, teniendo en cuenta los tesoros naturales que alberga, por ejemplo la fumaça una de las cascadas más altas del país con 340 m de altura. Se creía que era la más alta de Brasil hasta que recientemente se descubrió la Cachoeira do Arca de 353 m en el Amazonas. Su nombre fumaça, o humo en español, viene dado porque debido a su gran longitud el viento hace que el agua suba a la superficie simulando humo, y creando un arcoíris impresionante. La cascada de observa desde una pequeña roca en la cima de la montaña y la sensación al asomarse es realmente indescriptible. 


      Una jóven aventurera intenta atrapar el cielo desde la cascada de la Cachoeira do Fumaça.

Por otro lado, se encuentran lagos con agua digna del Caribe, como es el caso de Pratinha y cuevas donde entra tanta luz que pasan a llamarse pozo encantado, entre muchos otros atractivos. Todo este auge del turismo ha sido posible gracias a los proyectos de rehabilitación ambiental que se han llevado a cabo en la región desde la década de los 80 y que han permitido efectuar un cambio de economía en la región; desde una actividad empresarial focalizada en la extracción de materias primas (que grandes ingresos a la compañías privadas) a una basada en el turismo que presenta una mayor tasa de distribución de los ingresos. 
           
             

     La cascada de Cachoeira da Fumaça es uno de los momumentos naturales más bellos del planeta.

2. El reciclaje: el arma que ha empoderado a la población para mejorar el medio ambiente
Superando el clásico reciclaje que todos conocemos (papel, vidrio, plástico y orgánica), se incorporan estos materiales en el ambiente, dotándolos de una segunda vida. Es común ver ventanas hechas con botellas, o la realización de compostaje para sus propios huertos. Los hoteles ecológicos han puesto sobre el tablero desplegado una industria muy interesante en la región: la posibilidad de rentabilizar el turismo a través de actividades en la naturaleza por la naturaleza. Un sector que cada día está movilizando a más gente. 


    El Rancho Do Jutinga es un ecoturismo en el estado de Bahía que ofrece estancias de ecorehabilitación.

3. No es estado para carnívoros
Sorprendentemente, la mayoría de los restaurantes son vegetarianos. Llama la atención ya que en el país abundan los platos que contienen carne. Y lo mejor, la gran cantidad de platos elaborados con Jaca, la fruta más grande del mundo, clasificada como súper alimento por sus excelentes características nutricionales. Se cree que podría ser parte de la solución al hambre mundial y su inmenso árbol capta cantidades desorbitadas de CO2.


      La Jaca es la fruta más grande de Brasil, alcanzando pesos de hasta 35 kilogramos. 

En los valles de la zona se vive acorde con las leyes de la naturaleza. Hasta hace pocos años en el vale do capão no había ni tan solo luz eléctrica. Cuentan que cuando instalaron la primera antena telefónica, la destruyeron porque no querían abrir la veda. Esta forma de vida se transforma en multitudes de formas artísticas: música, arte callejero, disponen de un gran circo, artesanía, Capoeira y abundan las terapias naturales.


¡Este es un artículo de la viajera e Ingeniera en sistemas biológicos, Sara Balcázar! 

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