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Wallpinis para cosechar ante el Cambio Climático

Los agricultores bolivianos de la meseta andina están creando un sistema de cosechas subterráneas a lo largo del altiplano para luchar poder cosechar sus verduras a pesar del Cambio Climático. Y es que los 4.000 metros del altiplano, lo convierten en una sartén prendida por los rayos ultravioleta. Los llaman “Wallpini” (literalmente “bién hecho”). Es un sistema de hivernaderos subterráneos que recorre las entrañas de la meseta, regando de verde la áspera vida de sus habitantes. Su historia, no puede ser más misteriosa. El primer Wallpini fue la obra póstuma de un cooperante suizo que desarrolló este proyecto antes de quitarse la vida. Sin embargo, su invento ha transcendido generaciones



Pero, como muchas otras cosas de la vida, lo importante está en el interior. Mediante un sistema de ladrillos de terracota, (muchas veces echos a mano) se crean grandes agujeros en el suelo terroso del altiplano, que acojeran las futuras cosechas. Después, se techará el Wallpili con un cierre inclinado a 30º para permitir que la duríssima luz del altiplano entre a su justa medida. Básicamente, es como un invernadero situado a varios metros de profundidad. Las paredes laterales están cubiertas con mallas para poder cosechar también algunos esquejes o variedades. Y sin embargo, a pesar de su aparante simpleza, permitirá a los moradores del altiplano tener una dieta rica en nutrientes y minerales.

El jardín del suizo errante
El suizo errante,  Peter Iselli, fue un voluntario que llegó de la mano de un fondo para el desarrollo de la región y que creó los Wallpili hace más de 25 años. Poco después de hacerlo acabó con su vida. Una historia trágica y triste que recogió Michael Gemio; un hombre de negocios local cuyo coche quedó varado en las cercanías de la casa de Iselli. Y que dio con las estructuras del primer Wallpini (“bien echo” en Qechua) mientras intentaba encontrar ayuda para su coche. Gemio encontró dos cosas en la casa del suizo: un cartel de Se vende y un mar salvaje de vegetales en el huerto subterraneo del helvético. Sorprendido por tal marea vegetal en medio de un desierto, consiguió comprar la casa y comenzar la primera huerta ecólogica del altiplano. Le va muy bien. Nacia la primera huerta wallpiniana del altiplano.



 En los Wallpili se puede plantar lechugar y otras verduras que pueden mejorar la alimentación de las familias del área. 

A pesar de su simpleza, los Wallpini son perfectos para la dureza del Altiplano. Un lugar con unos cambios de tiempo eléctricos: tan pronto tranquilo, como inmerso en una ventosa tormenta eléctrica; es un lugar donde se dan cita condiciones atmosféricas extremas. Gracias a su particular diseño con los tradicionales ladrillos de barro cocido, los Wallpinis conservan la entereza ante el clima andino. Y no es asunto fácil: es uno de los medios más exigentes para vivir: a medio camino entre el desierto y la cordillera de los Andes (de donde despuntan varios 6.000); su papel puede representar un auténtico salvavidas para los lugareños.

Archipielago Wallpini 
Con la llegada de los 2000, los Wallpini se propagaron por el altiplano. Eran baratos, fáciles de construir y solo exigían trabajo duro. Bastante trabajo. Junto con su propagación, aumentó el nivel de vegetales en la dieta de los moradores del altiplano (lechugas, acelgas, vegetales varios..). Antes, debido al clima, solo se cosechaban las tradicionales papa o yuca, que se mezclaba con la típica carne de llama. Además, el suizo (como todavía le llama en el altiplano) dejó otro regalo: la Valerianella Locusta. Un tipo de lechuga que Peter Iselli trajo consigo y que se hizo famosa en Bolivia hasta ser muy demandada en los restaurantes de la capital, La Paz. 


      Hector Vélez trabaja en el Wallpini de una ecogranja situada en el atiplano. 


Y sin embargo, la cosecha en el altiplano no deja de estar extenta de complicaciones. Los ríos que serpentaban por el altiplano se han secado a causa del aumento de las temperaturas. Los jóvenes ya no están para tomar el relevo de las cosechas. Su deriva a ciudades cercanas  ha dejado un vacio en los campos (y en los Wallpilis) que difícilmente se pueda llenar con cualquier inversión de la FAO o del FMI. Y sin embargo, los empecinados bolivianos siguen plantándole cara al altiplano para intentar arrancarle sus vegetales al Cambio Climático

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- Ártico: "La cosa está que arde"
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