Un nuevo término ecológico está empezando a propagarse
por la ‘line’ y las redes sociales: "oro verde". Así, han etiquetado a los
productos financieros relacionados estrechamente relacionados con aquellas
actividades relacionadas con la absorción de Co2 y renumeradas. Plantar un
árbol y generar ingresos por el dióxido de carbono que absorbe, sería un pequeño
ejemplo de este nuevo activo ecológico. Un concepto que, sin duda, promete. Y que me lleva a una serie de preguntar intresantes. Por ejemplo, si podemos convertir pepitas doradas (oro) en un auténtico mercado que
vale trillones de dólares, ¿por qué no hacer valioso algo que en realidad tiene
mucho más valor intrínseco para nosotros ? Como es absorber uno de los principales agentes del Cambio Climático.
El mercado de emisiones de Co2 está atrayendo a muchas
personas alrededor del mundo por su interesante doble faceta: cuidar del medioambiente
y generar dinero. Dentro de poco la demanda de este tipo de iniciativas podría
ser muy alta. Desde los Protocolos de Kioto (en 1992), se creó la figura del bono
de carbón para ayudar a los países y a las empresas a equilibrar sus emisiones.
El funcionamiento es bastante sencillo y tiene bastante cabida dentro de una economía
de mercado. Las empresas y los países compran los bonos para compensar sus
propias emisiones y decir que su balance de dióxido de carbono está equilibrado.
La verdad es que siguen contaminando igual, pero gracias a este mecanismo
pueden equilibar su huella de contaminación. Ingenioso, ¿verdad?
El oro verde va a dar mucho que hablar
Lo más interesante de este nuevo tipo de activos conocidos
como ‘oro’ verde es que tienen un espectro de posibilidades asociadas tremendo.
Desde el punto de vista financiero, es un mercado con una demanda brutal; el
ratio entre contaminación, Cambio Climático y supervivencia está tan apretado
que se ha creado un nicho de mercado tremendo. Realizando una proyección de
futuro, no es difícil entrever que países como EE.UU o China van acabar creando
un impuesto sobre la emisión de carbono para intentar relantizar de alguna
manera todo el proceso de Cambio Climático que está ya en el horno. Durante el año 2016, la atmósfera registró unos niveles de Co2 superiores a los 400 partes por millón; eso es muy malo. El actual punto de no retorno se encuentra en las 450 partes por millón. Ese umbral ya se ha cruzado de manera intermitente. En el momento que se deje atrás de manera definitiva, se pondrán en marcha una serie de mecanismos en cadena que disparán el efecto invernadero y que no podrán pararse ni bajando el pistón.
Grafica del observatorio Kalua, donde se observa la evolución de la concentración de Co2.
Los bonos de carbono tienen como objetivo ayudar a reducir los gases de efecto invernadero, principalmente en los países con mayor índice de contaminación, los industrializados. Su entorno vital es el del Mercado del Carbono. Dicho esto, hay que puntualizar que hay dos tipos de mercado de carbono: los de cumplimiento regulado — dedicado a empresas y Gobiernos que obligatoriamente deben controlar sus emisiones—. Y los también conocidos como mercados voluntarios, donde las empresas y otras instituciones compran los bonos de Co2 que les hacen falta para llevar a cabo sus objetivos (tales como presentar una huella de carbono 0 u otras estrategías eco-publicitarias). Los mercados obligatorios, por su parte, están más enfocados a que los países no excedan los límites establecidos en los Acuerdos de Kioto.
Mercados al alza, el bono de Co2 se dispara
Esa presión sobre el bono de Co2 de la que hablábamos ya
se está empezando a notar en el precio de la tonelada de dióxido de carbono (su
precio se calcula por toneladas). Mientras que en los años pasados, el precio se
mantenía entre los 5 y los 7 dólares por tonelada, en el 2018, ha subido hasta
por encima de los 12. Es un incremento de un 100% en su precio. La presión
sobre este tipo de activo va a seguir subiendo hasta que el asunto del Cambio
Climático esté controlado y eso no va a ser pronto de ninguna manera. Mientras
eso siga así, los árboles seguirán siendo una maravillosa herramienta para
atrapar Co2, ya que son auténticas máquinas biológicas destinadas a ese efecto.
La
verdad es que el concepto de ‘oro’ verde va mucho más lejos y engloba otras
actividades verdes como la captura de metano que producen el ganado, la
producción de biomasa, el manejo social de depósitos de agua y otras
ecológicas. Se trata de toda una nueva economía respaldada por activos
‘verdes’. Todo esto se articulará en torno a un mundo que empieza a
incluir todo tipo de activos que reduzcan los niveles de contaminación. De
momento, la capitalización de este mercado es de unos moderados 150 billones de
dólares (la capitalización de empresas como Facebook es de, por ejemplo 300
billones de dólares) crea un gigantesco margen para el desarrollo de este
mercado, respaldado por actores tan importantes como el Banco Mundial o el
Fondo Monetario Internacional.
Pero, las posibilidades de este tipo de mercado de carbono no se acaban ahí. El ‘oro’ verde es un concepto que engloba muchos más campos que tan solo el de los sumideros de carbón. Abarca también otros activos como depósitos del agua (esto va a ser muy importante en un futuro próximo). Bonos sobre proyectos de desarrollos de la vida animal y custodia de lugares medioambientales. Se trata de toda una nueva economía respaldada por activos ‘verdes’. Una manera bastante realista de entender los intercambios comerciales que, a partir, de los últimos años están empezando a incluir productos verdes. Productos verdes que tendrán una cotización en las diferentes bolsas de valores del mundo.
El #oro verde ha llegado para quedarse y convertise en un refugio de valor ecológico. Su naturaleza no va a ser sólo la de la sumideros de carbono, sino que también va a englobar activos respaldados por depósitos de agua, generadores de energía renovables y productos financieros relacionados con el déficit de Co2.
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