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El fin del conflicto colombiano desvela la ‘Capilla Sixtina’ de la Amazonía

El acuerdo de paz entre las FARC y el gobierno colombiano (de hace ya casi dos años) no solo ha traído la paz a una de los países más hermosos y vibrantes del mundo, sino que ha desbloqueado el acceso al parque de Chiribiquete en la Amazonía colombiana (región de Guavaire). Lo que se ha encontrado allá, es digno de etiquetarse como la “Capilla Sixtina” de la Amazonía. Casi 60.000 pinturas rupestres decoran los interiores de esas vastas montañas, llamadas “tepuis” donde se esconde una historia indígena que podría remontarse a 20. 000 años atrás. Se trata del mayor descubrimiento arqueológico desde las pinturas de Atapuerca. Su ‘descubridor’, Francisco Forero Bonell camarógrafo del documental Colombia, magía salvaje ha puestos sobre la mesa uno de los mayores descubrimientos arqueológicos desde El Templo Perdido o El Arca de la alianza




Sin duda, se trata de las formas de arte más inaccesibles del mundo. El macizo donde se encuentran es un territorio con diversas capas de ‘seguridad’ por así llamarlo. No sólo se encuentran en un macizo montañoso rodeado de espesa e impenetrable selva, sino que se hayan en territorio de las últimas tribus del Amazonas. De los que no están contactados ni llevan camisetas del Real Madrid. Por si eso no fuera poco, ha sido (hasta hace nada) un territorio protegido por el ejército de las FARC, que ha sido desbloqueado gracias al acuerdo de paz. Además de todo eso, está infestado de cazadores ilegales y mineros piratas que buscan esmeraldas y oro. 

Un auténtico escenario de película donde se escondían pinturas murales que podrían tener hasta 20.000 años; algo que no podremos saber con seguridad ya que están realizadas con pintura basada en derivados del óxido que no pueden se tratatados con la prueba  del carbono 14. Aunque, parece improbable que las pinturas puedan durara tanto tiempo, su uso se podría remontar a la noche de los tiempos. ¿Los artistas? Se cree que los cazadores recolecteros de la tribu de los indios malaké; y más en concreto, los chamanes. Estamos entonces, ante unas pinturas que muestran la cosmogonía de estas tribus. 

La maloca del jaguar
Chiribiquete quiere decir, literalmente, “La maloca del jaguar”; lo que en el español indigenizado, vendría a significar “La casa del jaguar” — se le llama maloca a la típica construcción de la selva—. Así, llamaban los indígenas a la zona de jungla alta donde se localizaban las formaciones rocosas en cuyas cuevas sobreviven estas pinturas. Muchas de ellas son auténticas representaciones universales donde nociones como el infinito o la vida se entremezclan con siluetas muy perfiladas de jaguares, ciervos o serpientes, creando una gramática desconcertante.

La primera vez que se tuvo constancia de estos elegantes dibujos fue a través del botánico y biólogo estadounidense Richard Evan Schultes a finales de la décadas de los 40 del siglo pasado, cuando al más puro estilo aventurero del XIX, recorrió la selva, recopilando más de 30.000 especímenes y descubriendo 300 especies nuevas. De echo, (y es muy curioso), la película Elabrazo de la serpiente lo utiliza como base para crear el personaje delbotánico joven que recorre la selva junto al brujo-guerrero Karamakate. Lo interesante del tema es que en esa película (Nominada al Oscar en 2016) ya muestra al protagonista junto a uno dibujos rupestres de las mismas características. 



           Una escena del Abrazo de la Serpiente, donde Karamate está pintando unos jeroglíficos.   


Según Carlos Castaño, antiguo director del Parque de Chiribiquete, “el tema central de los murales es el ritual de los indios Malaké: un acto de iniciación para los guerreros y cazadores” que podría haberse perpetuado en estos salientes rocosos durante miles de años. Las pinturas rupestres son una de las formas artísticas más antiguas de la Humanidad; las más antiguas datan de hace 35.000 años cuando acabó la última glaciación.  Se cree que su uso estaba reservado solo a los chamanes de la etnia karijona, que realizaban sus dibujos durante rituales religiosos.

En el parque hay más de 250.000 tepuis y los dibujos se esconden en las paredes rocosas de la zona baja de estas formaciones rocosas. El acceso a ellas es tremendamente complicado, porque se levantan en medio de la selva; como gigantes erguiéndose en un mar vegetal coloreado por ríos escabrosos, canopía vegetal e infestado de boas, jaguares y cocodrilos. Entre ellos, hay más de 60.000 pinturas murales según pudo calcular el profesor Castaño durante su excursión de hace dos años. Sin embargo, no volvió a poner un pie en los promontorios rocosos; a lo que, de momento, solo se puede acceder en avioneta. Se trata paradójicamente, de un lugar sagrado y, paradójicamente, casi innacesible para el grueso de la especie humana. 

Don Pablo, si estuvo (y una tribu no-contactada)
Y sin embargo, Don Pablo Escobar si que conocía los tepuís e incluso los utilizaba. Menuda paradoja: un lugar solo conocido por chamanes milenarios y por el señor de la droga del siglo XX. Cuando la expedición de Francisco Forero Bonell llegó a los tepuís hace 10 años se encontraron pistas de aterrizaje, camiones, excavadoras e instalaciones precarias para procesar cocaína. Aquello, debería parecer como un capítulo de Lost en verisión farlopera. De echo, el  profesor Francisco Urbina — filósofo y profesor de lenguas indígenas— quién durante una de sus expediciones recogió, de primera mano, el extraño relato de un indígena que había escapado de las FARC. Según él, tras escapar de la guerrilla, llegó a los tepuís y vió como dos indios (no- contactados) estaban pintando las paredes rocosas. De ser cierto, se trataría de una de las últimas tribus no contadas del mundo. 



         La historia de las tribus no contactadas está todavía por escribir su página más interesante.

Una primera aproximación a esta cultura, parece indicar que esta tribu no contactada es la heredera de estos pintores indígenas; y que se trataría de un grupo de cazadores-recolectores cuya historia se remontaría hasta un pasado engullido por la esmeralda selva verde. Afortunadamente,  Colombía ha sido lo suficientemente inteligente para declar toda el área Parque Nacional, creando una reserva de 2.7 millones de hectáreas que engloba maravillas tan grandes como esta 'Capilla Sixtina' de la Amazonía, pero también pequeños milagros como el colibrí esmeralda; una subespecie del colibrí que solo existe en el parque. Y que morarará por las cuevas pintadas de Chiribiquete por muchos años. 

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