A veces
cuando veo a los jóvenes de Extintion Rebellion o a Greta Thunberg tengo ganas
de pasar un poco de todo y dejarles a ellos el marrón de luchar contra el
Cambio Climático. Y a veces llega a las manos de uno una historia tan
excepcional y carismática como la de Piet Abik, un señor de 70 años que está
luchando a brazo partido por combatir los monocultivos de aceite de palma en
Indonesía, que han deforestado el 25% de sus selvas. Pese a que sabes que es una tarea comlicada, ya ha convencido a 4000 de sus vecinos para reforestar sus bosques con la ayuda de Ecosia.
Piet empezó
un viaje, que todavía mantiene hoy en día, hace casi 50 años para salvar lastierras de su tribu de la deforestación vía monocultivo de palma. La palma se
ha comido un cuarto de todos los bosques de Borneo, la isla de Piet. Fue por
eso que al acabar la universidad hace algo más de medio siglo se fue a la
vecina Australia para empezar un peregrinaje y descubrir cómo incentivar sus
paisanos para que dejasen los rentables cultivos de palma.
El
árbol del dinero
La paradoja
estaba servida fría y (probablemente cortada en machete): la palma es un árbol
muy rentable — puede
dar cosechas mensuales—; pero
como todo buen monocultivo absorbe los nutrientes de la Tierra rápidamente y
acaba por dejarla infértil. Una vez que eso pasa (observó Pier) las comunidades
se empobrecen rápidamente porque no tienen fuente de ingresos. “La llamamos el
árbol del dinero”, dice una compatriotra suya. “Porque es un árbol que puedes
cosechar mensualmente; generalmente se considera que cuanto más de él tienes,
mejor puede ser tu vida”.
Indonesia contiene los terceros mayores bosques tropicales del planeta.
El aceite de
palma es el producto más extendido de la industria global. Está en nuestra
comida, en nuestros cosméticos y en nuestra ropa. Encontrar alternativas al
aceite de palma no es fácil. En Indonesia, el hogar de Piet, depende cuatro
millones directamente de su cultivo para la supervivencia y hasta 17 millones
trabajan en la industria. Este activista climático lo sabía y por eso empezó una
búsqueda que le ha llevado a creer que “boicotear no es suficiente, hay que
buscar soluciones sostenibles para el mundo en el que vivimos”.
¿Qué
alternativas tenemos?
Según Abik
Piet una de nuestras principales alternativas son los árboles. “Los árboles y
la tecnología pueden ayudarnos a reparar los excesos que hemos cometido” comenta
el ambientalista. Y es que a sus 70 años, este lugareño de Borneo, se ha
propuesto combatir la situación que ya ha visto en otras comunidades con la ayuda
de Ecosia; el buscador verde que intercambia tus búsquedas por árboles. “Hemos
de crear alternativas”, asegura desde su cabaña río arriba.
Las
alternativas como el buscador Ecosia han devuelto la selva a su comunidad.
Hay que tener
en cuenta que la palma no solo se utiliza en Indonesia para venderse al extranjero:
se utiliza para comer, cocinar o para crear combustibles caseros. Es una planta
que está totalmente enraizada en la culura, pero “ese no es el problema”,
asegura Piet. “Nosotros no podemos producir tanto aceite de palma como el mundo
necesita”, añade. Y remata: “Nuestra gente está respondiendo a la demanda
externa y es un circulo vicioso que puede acabar con nosotros”.
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