El oro sigue cotizando en máximos de la última década y se aupa por encima de los 1560 dólares por onza, lo que representa un duro golpe para la selva del Amazonas. Solamente en la Amazonía peruana, se está extrayendo el 10 por ciento del oro que importa Estados Unidos y gran parte del que adquieren países como Suiza o Arabía Saudí. El mercurio, que se utiliza para filtrar este mineral precioso, envenena los ríos de la selva y se traslada a la cadena alimentaria. En las calles de Europa, el gramo de este material venido de los asteroides ya se anuncia a 44 euros. El mercado está pidiendo más metal y las selvas son uno de los principales puntos de reclamo.
Ese meteorito va caro
El mercado del oro mueve cada día 37.000 millones de dólares solo en la Bolsa de Londres. Y esa solamente es la punta del iceberg de un mercado grandioso, que abarca desde ornamentos hasta microchips. Es el valor refugio por excelencia en los parqués, y un gran generador de conflictos políticos y medioambientales. Los recientes tambores de guerra contra Irán, la larga cabalgata de la bolsa hacia máximos históricos y la miopía general de Trump han mandado al material aurífero a las nubes.
La gráfica del oro nos tiene preocupados, se está preparando para otra posible subida.
En la Amazonía venezolana, por ejemplo, se ha convertido en agente de deforestación y sustento del régimen de Nicolás Maduro. Y es que el valor de una onza de oro (25 gramos) ha subido más de 400 dólares en apenas 18 meses. O lo que es lo mismo: un 30 por ciento de su valor actual. Ese incremento ha escalado la minería en el Amazonas y la presencia de grupos paramilitares. En lo que llevamos de año, 13 activistas medioambientales han sido asesinados por defender parajes naturales en Sudamérica donde se lleva a cabo explotación minera de oro. Brasil se ha llevado la guinda donde mineros brasileños se han enfrentado a los indígenas.
Principal amenaza para la Amazonía
A estos precios, recoger oro al margen de la ley se ha vuelto más rentable que el mismísimo narcotráfico. La creciente demanda de este mineral ha multiplicado la aparición de maquinaria pesada en rincones recónditos de la Amazonía. Tampoco ayudan el mercurio o el cianuro que se utilizan para procesarlo, y que suelen acabar en los ríos. La minería ilegal en el trapecio amazónico se ha convertido también en una economía de escala para las mafias ilegales: prostitución, narcotráfico y tala ilegal conforman las cuatro partes de un negocio de lo ilegal que tiene en el oro a su principal corona.
La deforestación de la Amazonía preocupa seriamente por la sabanización de la selva.
De acuerdo con un estudio publicado en Environnemental Research Letters, mas del 90% de la deforestación que tuvo lugar en Sudamérica se concentró en cinco puntos calientes: la Guyana, al sudoeste de la amazonía, la región del Tapajós-Xingú en Brasil, el valle de Magdalena y Urabá en Colombia y la región de Madre de Dios en Perú. Todos son áreas tradicionales de extracción de oro. La Amazonía perdió el año pasado 37.000 km2 de selva (el peor de la historia); la minería aurífera es, sin duda, uno de los principales factotres de deforestación.
Pero, ¿a dónde va todo ese oro?
Una de las maravillas del trapicheo es la facilidad con la que las sustancias cambian de mano y volúmen. Y el oro no es una excepción. Los principales compradores de oro amazónico son: Metalor Technologies y MKS Finance de Suiza; NTR Metals y Republic Metals Corporation por parte de Estados Unidos. Pero, hay más: la compañía Italpreziosi se lleva el gato al agua en Italia y el grupo Kaloti en Arabia Saudí. La entrada en el mercado hacia todos estos conglomerados internacionales está en una sutil red de establecimientos clandestinos a lo largo de las capitales del trapecio amazónico.
La explotación minera de oro artesanal es uno de los grandes problemas amazónicos.
Los campos de minería donde se obtiene el mineral aúreo son un gran
motor de deforestación. Explotaciones como los asentamientos de Huepetuhe y La
Pampa (Madre de Dios) generan las áreas con mayor deforestación en Perú;
los ríos Beni y Madeira (en la frontera entre Bolivia y Brasil) son la
antesala de territorios controlados por las mafias del oro. Y no acaba
ahí el drama del oro: la huella áurea se pierde en las profundidades del
valle del Cóndor (frontera Ecuador-Perú) o en las junglas de Colombía. El metal dorado ha alcanzado precio récord y la biodiversidad de las selvas tropicales peligra.
Ese meteorito va caro
El mercado del oro mueve cada día 37.000 millones de dólares solo en la Bolsa de Londres. Y esa solamente es la punta del iceberg de un mercado grandioso, que abarca desde ornamentos hasta microchips. Es el valor refugio por excelencia en los parqués, y un gran generador de conflictos políticos y medioambientales. Los recientes tambores de guerra contra Irán, la larga cabalgata de la bolsa hacia máximos históricos y la miopía general de Trump han mandado al material aurífero a las nubes.
La gráfica del oro nos tiene preocupados, se está preparando para otra posible subida.
En la Amazonía venezolana, por ejemplo, se ha convertido en agente de deforestación y sustento del régimen de Nicolás Maduro. Y es que el valor de una onza de oro (25 gramos) ha subido más de 400 dólares en apenas 18 meses. O lo que es lo mismo: un 30 por ciento de su valor actual. Ese incremento ha escalado la minería en el Amazonas y la presencia de grupos paramilitares. En lo que llevamos de año, 13 activistas medioambientales han sido asesinados por defender parajes naturales en Sudamérica donde se lleva a cabo explotación minera de oro. Brasil se ha llevado la guinda donde mineros brasileños se han enfrentado a los indígenas.
Principal amenaza para la Amazonía
A estos precios, recoger oro al margen de la ley se ha vuelto más rentable que el mismísimo narcotráfico. La creciente demanda de este mineral ha multiplicado la aparición de maquinaria pesada en rincones recónditos de la Amazonía. Tampoco ayudan el mercurio o el cianuro que se utilizan para procesarlo, y que suelen acabar en los ríos. La minería ilegal en el trapecio amazónico se ha convertido también en una economía de escala para las mafias ilegales: prostitución, narcotráfico y tala ilegal conforman las cuatro partes de un negocio de lo ilegal que tiene en el oro a su principal corona.
La deforestación de la Amazonía preocupa seriamente por la sabanización de la selva.
De acuerdo con un estudio publicado en Environnemental Research Letters, mas del 90% de la deforestación que tuvo lugar en Sudamérica se concentró en cinco puntos calientes: la Guyana, al sudoeste de la amazonía, la región del Tapajós-Xingú en Brasil, el valle de Magdalena y Urabá en Colombia y la región de Madre de Dios en Perú. Todos son áreas tradicionales de extracción de oro. La Amazonía perdió el año pasado 37.000 km2 de selva (el peor de la historia); la minería aurífera es, sin duda, uno de los principales factotres de deforestación.
Pero, ¿a dónde va todo ese oro?
Una de las maravillas del trapicheo es la facilidad con la que las sustancias cambian de mano y volúmen. Y el oro no es una excepción. Los principales compradores de oro amazónico son: Metalor Technologies y MKS Finance de Suiza; NTR Metals y Republic Metals Corporation por parte de Estados Unidos. Pero, hay más: la compañía Italpreziosi se lleva el gato al agua en Italia y el grupo Kaloti en Arabia Saudí. La entrada en el mercado hacia todos estos conglomerados internacionales está en una sutil red de establecimientos clandestinos a lo largo de las capitales del trapecio amazónico.
La explotación minera de oro artesanal es uno de los grandes problemas amazónicos.
Solo
en Perú, la Superintendencia Nacional de Aduanas y de Administración Tributaria
(SUNAT) calculó que el año pasado se sacaron del país 5.653 millones de euros
en forma de contrabando. Sin irnos más lejos, una investigación de los españoles de Ojo Público sacó a la luz como una familia en la vecina Bolivia presuntamente habría sacado 14 toneladas de oro fundido a los Estados Unidos de América. Ejemplos perdidos, en un mar de pequeñas transferencias aureas que están provocando una deforestación a gran escala en la mayor selva del mundo.
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