Con el marcador encendido y el cronómetro en el tiempo añadido, el tribunal de apelaciones de EE.UU, ha desestimado los intento de Trump de abrir el Ártico a explotaciones privadas. El ex-presidente de Estados Unidos llevaba desde agosto pasado intentando abrir el circulo polar a la explotación de combustibles fósiles. La empresa mejor posicionada para obtener las concesiones era HilCorp Alaska, quien compró gran parte de los pozos a la calamitosa British Petroleum (BP). Con el final de su mandato ya marcado, el saliente presidente ha intentado aprobar esta medida de manera unilateral.
El proyecto se encontraba encallado después de que fuera denunciado por Greenpeace, Defenders of Wildlife y Pacific Enviroment, hace escasos dos años. El fallo dio la razón a las organizaciones ecologistas por considerar que “ponía en riesgo” al amenazado Refugio Nacional de la Vida en el Ártico, azotado ya por el calentamiento global. El proyecto, Liberty (que así se llamaba) incluía la construcción de una isla artificial de 3.5 hectáreas y un oleoducto para transportar el crudo hasta tierra firme. Los locales expresaron su preocupación por el efecto de las posibles fugas en el medio marino y la fauna.
Saltan las alarmas por el efecto en el Ártico
Se estima que entre las próximas dos o tres décadas el deshielo en el Ártico será total durante el verano, producido principalmente por el cambio climático global. Si eso pasa, nuestro planeta repelará mucho menos calor al espacio (efecto albeldo) y se liberarán grandes cantidades de gases de efecto invernadero atrapados en los hielos de larga duración, que llevan allí desde hace 10.000 años o más. Por no decir que los años en los que el Ártico ha sido especialmente caluroso se han observado patrones climáticos persistentes y anómalos, que afectan a todo el planeta.
Es en este contexto, cuando resulta cuanto menos incomprensible que el presidente de la primera potencia mundial intente abrir explotaciones en el circulo polar con nocturnidad y alevosía, mientras que el grosor de su hielo ha descendido el 40% en los últimos 30 años. El plan de Trump era empujar para que se abriera un área de explotación petrolera de 6.4000 kilómetros cuadrados en el extremo norte del litoral de Alaska. Un área incrustada en el Ártico que es el hogar de 900 osos polares, y hasta otras 300 especies diferentes entre renos, ciervos, gansos y aves.
Una venta de última hora
Así de rotundo, se mostraba Adam Kholton, director ejecutivo de la liga de Alaska para la vida salvaje al explicar el porqué de la repetida puesta en el tapete de este refugio de la vida salvaje. El gobierno de Trump quiere dejar zanjado el tema antes del traspaso de poderes que se producirá el día 20 de enero, y que encumbrará a Joe Biden (que apoya al santuario de la vida salvaje en el Ártico de Alaska) en el poder. Para ello, está presionando para llegar a un acuerdo de última hora que permitiría perforar hasta el 30% de dicha reserva.
De
momento, el Tribunal Superior de Justicia de los Estados Unidos ha pausado el
proyecto de venta masiva de terrenos en el santuario del Ártico que el equipo
de Donald Trump intentaba sacar hacia adelante. La acción coordinada de grupos
ecologistas como Greenpeace, Defenders of Wildlife y Pacific Enviroment ha funcionado como barrera ante la demoledora maquinaria del capitolio trumpiano. En poco más
de un mes, cambiará el poder de la mayor nación del planeta recaerá en Joe
Biden: ¿Protegerá al santuario del Ártico? ¿Realizará políticas que nos centren
en la lucha contra el Cambio Climático?
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