“El mundo: es una hoja que cuelga del árbol del
universo", con estas ingeniosas palabras describía el escritor Fabrizio
Caramagna la importancia de los árboles en nuestro mundo y en nuestra
civilización. No en vano, estas máquinas naturales de captar Co2 fueron
reverenciadas por todas las religiones indoeuropeas antes de la cristiana. La
Revolución industrial, sin embargo, cambió este paradigma y pasaron a ser
vistos como materia prima extensiva. Ahora, su papel podría ser determinante para ayudar a la humanidad a esquivar el desafío climático al que se enfrenta.
Lo que más nos asombra de los árboles es su capacidad para ayudar
en el proceso meteorológico de la lluvia. Son auténticas máquinas de regular el clima. Por eso fueron adorados por pueblos tan dispares como los celtas, los
malasios, los amazónicos o los siberianos. No fue hasta la llegada del
cristianismo que perdieron su carácter sagrado; y hasta la llegada de la
Revolución Industrial que perdieron su territorialidad frente a su nuevo papel
como gran materia prima. Ahora, un mundo al borde del colapso se pregunta sobre el papel que tendrán en la crisis climática.
La gran máquina del clima
Los árboles son parte de esa gran maquinaria climatológica
que se encarga de producir las lluvias alrededor del planeta. Participan en alrededor del 40% de las precipitaciones
que hay en el globo. Cuando los bosques son reemplazados por monocultivos o
tierras para el ganado dejan de realizar esta función, y el colectivo se resiente.
Y es que no solo intervienen en las precipitaciones cercanas, sino que hacen lo
propio con las que están a kilómetros de distancia. Son como aires acondicionados gigantes que no
traen factura.
Los bosques del planeta tienen una función que apenas estamos
empezando a entrever.
Los bosques del planeta tienen una función que apenas estamos
empezando a entrever. Son cubierta para las especies, pero también forman redes vegetales que absorben la humedad del subsuelo y la devuelven a la atmósfera
para completar el circulo del agua. Las grandes masas forestales bombean el oxígeno
que exhalamos (o emitimos). Bastan 3 meses con un árbol frondoso para producir
el oxígeno que 10 personas respiran en un año. Otras fuentes, como el plancton,son más prolíficos, pero los bosques son todavía una fuente clave del aire respirable.
Dependemos infinitamente del agua
Mucho más allá de su papel como sumideros de carbono, los
bosques de nuestro planeta constituyen una manera de redistribuir el agua en la
Tierra. Nuestro planeta no produce H20, sino que vino en un principio de los
asteroides que colisionaron con nuestra orbe hace aproximadamente 4.6 millones de años. La cantidad de agua de potable en la Tierra no es infinita y dependemos
de regular correctamente la temperatura global para no poner en jaque nuestras reservas.
Nuestro suministro de agua potable está estrechamente ligado
a la salud de nuestros bosques.
Lo que muchos no saben es la relación directa que hay entre la
salud de los bosques y la acidificación de los océanos. Sin masas forestales que absorban dióxido de carbono, se produce una compensación de la absorción de
carbono en los océanos, y estos adquieren un mayor grado (todavía) de
acidificación. Algo especialmente problemático ahora que los corales (los bosques submarinos) están en jaque por la acidificación y la plaga de
blanqueamiento coralino que eso precisamente supone.
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