Un ecologista esnifa cocaína mientras critica a las grandes compañías. Le intento explicar que el polvo también ‘cotiza’ en Wall Street, y que es una de las materias primas que más dinero mueve en el mueve en el mundo. Por supuesto, los grandes conglomerados son parte del problema, sí; sin embargo, el consumo de vigorizantes adrezados con ácido sulfúrico sigue siendo uno de los platos principales del sábado noche. Se trata de un gran incendio blanco que está acabando con la mayor selva del planeta. “Jaguares, pumas, monos araña o indígenas tienen un nuevo enemigo en común: la coca”.
Así definían en el Confidencial, una de las mayores amenazas para los bosques fluviales de nuestro planeta. La amenaza no acaba ahí porque los narcotraficantes están jugando al tapete completo: lo hacen transformando los terrenos de la selva en toda una economía de escala con tala ilegal, monocultivos de palma, minería ilegal o incluso explotaciones turísticas. Todo vale con tal de blanquear el dinero del narcotráfico y convertirlo en un activo más seguro a largo plazo. Así, lo ejemplifica muy bien Saviano en su libro sobre el tráfico de estupefacientes Cero, Cero, Cero.
Un laberinto vegetal lleno de tráfico y contrabando
El Amazonas (y sus ríos) forman uno de los laberintos más complejos que se puedan encontrar en el planeta Tierra. Los casi 7000 kilómetros de su artería principal (el río Amazonas, el más grande del mundo) se dividen como un fractal onírico que riega Brasil, Perú, Colombia, Venezuela, Ecuador o Surinam. Sin embargo, sus tierras se dedican cada vez más al cultivo de la hoja de coca; uno de los alcaloides preferidos por la sociedad occidental. Aunque, a su paso deje deforestación, contaminantes hidrológicos, perdida de la biodiversidad, familias sin tierras,narcotráfico y terrorismo.
La deforestación en la Amazonía está llegando a un punto de no-retorno.
Una industria que deforesta la Amazonía y que se alimenta de las porosas fronteras de Brasil, Colombia y Ecuador para colocar el material en un mercado con una sola demanda: más polvo. Desde las riberas del Putumayo hasta las costas de Manaos, el tráfico de cocaína ha encontrado un nuevo refugio lejos de la vigilancia estadounidense. El Amazonas. Un auténtico laberinto vegetal que, en plena forma, absorbía 1.000millones de toneladas de toneladas de Co2. La mitad que hace tres décadas. Su importancia también radica en garantizar la estabilidad climática mundial.
Un jardín de biodiversidad al límite
El Amazonas es uno de los pilares de biodiversidad del planeta. A este ritmo será una sabana para dentro de cinco décadas; los incendios, la minería, los monocultivos de soja, la deforestación o las macro plantaciones de coca son gran parte de un problema que también involucra al Cambio Climático. Es más: lo retroalimenta. Los árboles de la Amazonía intercambian grandes cantidades de agua y energía a la atmósfera. Es como el sistema de refrigeración de América Latina o por extensión de la Tierra.
Sin embargo, durante las últimas décadas “el bosque amazónico está siendo talado para dejar paso a cultivos ilícitos que amenazan la seguridad alimentaria de la población de la región”, según escribe la FAO. Desde mediados de los años setenta, el cultivo de coca (así como el de la marihuana y la coca) ha conocido un enorme auge en la zona de la Amazonía. Sin embargo, los cultivadores son los que menos cobran por este trabajo, y las estructuras sociales de su vida se ven en jaque por las mafias.
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