Para el británico que introdujo la hipótesis de Gaia en la ciencia, vivimos en un momento decisivo en la historia
de la humanidad. Para James Lovelock, padre de esta hipótesis, “la biosfera es
una entidad autorregulada con capacidad para mantener el equilibrio químico y
físico de sus componentes”. Según esta conjetura,
la atmósfera y la parte superficial del planeta se comportan como un sistema
donde la vida se autoregula de manera precisa. Una conjunción que el mismo Lovelock suele resumir diciendo que "la Tierra no es una piedra". Huelga decir que la ciencia mainstream no le apoya, y que le culpa de todos los chamanes new age que han prosperado en los 70.
Aunque parezca una reflexión típica de un filósofo romántico, la teoría de Gaia está construida como un modelo químico que observa los intercambios y simbiosis que se producen en la naturaleza. Autores como el poeta Goethe, el filósofo Schelling o el escritor David Thoreau ya bosquejaron ideas parecidas, pero no fue hasta la llegada de Lovelock que este concepto pasó a ser encuadrado en una compleja estructura científica. Hay quien no le perdona la idea central de su teoría: los organismos de la Tierra regulan su temperatura. Parte de la comunidad científica nunca se lo perdonó.
La Tierra no es una piedra
En 1969, cuando Lovelock formuló la idea de que “la Tierra es un ser vivo creador de su propio hábitat” muchos se rieron. Sin embargo, Lovelock había trabajado para el departamento de defensa inglés durante la Segunda Guerra Mundial y había inventado uno de las herramientas que más nos han ayudado a comprender la atmósfera: el detector de electrones, que permitió detectar componentes tóxicos en regiones tan alejadas como la Antártida y el creciente agujero en la capa de ozono. No fueron pocos los científicos que se rieron de la idea de que el planeta era una ciudad compleja que implicaba la biosfera, la atmósfera, los océanos y la Tierra. Ahora, con 100 años avisa de que la energía nuclear es la única manera de salvar a la humanidad.
J.
Lovelock cobró notoriedad por ser el primero en elaborar de manera científica
una vieja intuición de la humanidad: que el planeta está vivo, y es un organismo interconectado. Formuló esta teoría
mientras trabajaba, ni más ni menos, como consultor de la NASA en la década de
los ’60. Fue durante esa misma década, cuando la petrolera Shell lo invitó a ‘imaginar’como sería el mundo en el nuevo siglo. A diferencia de otros científicos que pronosticaban
energía limpia, fue claro: el mundo estaría dejando los combustibles fósiles y
eso sería un gran problema para la industria petrolera.
La venganza de Gaia
En su último libro, The Revenge of
Gaia, Lovelock se va un poco de madre y asegura que el clima extremo será
la norma causando una gran devastación a nivel mundial. Para Lovelock, que
trabajó en el servicio de inteligencia británico, Europa se parecerá al Sahara mediados de siglo y buena parte de Londres estará bajo el agua. Estos cálculos
son mucho más radicales que los que plantea el Panel Intergubernamental de las
Naciones Unidas, que también los admite como posibles escenarios. La polémica con Lovelock, que se define como "ecomodernista", no acaba ahí y asegura que la energía nuclear es la única posibilidad que tenemos como seres humanos para escapar al colapso climático.
La idea de un planeta reactiva me resulta francamente algo aterradora, reconozco.
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